Logan corría con Mía dormida en brazos, su pecho subía y bajaba con violencia, no por el esfuerzo físico, sino por el caos en su mente.
Ella había intentado huir. Él la había alcanzado. Y ahora, con la amenaza de Owen cada vez más cerca, tenía que esconderla. Protegerla. De todos. Incluso de sí mismo.
—Lo siento —murmuró de nuevo, más para sí que para ella, como si esas dos palabras pudieran corregir todo lo que había hecho mal.
No muy lejos de allí, Owen gruñía con la furia contenida.
Había seguido su aroma, olfateando el aire entre árboles, piedras, raíces húmedas. Su lobo gris vibraba dentro de su piel, reclamando lo que era suyo. Pero cuando se acercó al claro donde creyó encontrarla... no había nada. Más vueltas y no había absolutamente nada.
Solo el rastro. Confuso. Cortado.
—¡Maldición! —rugió, golpeando con fuerza el tronco de un árbol. Su puño sangró, pero ni siquiera lo sintió.
No era un error. No era una ilusión.
Logan se la había llevado de nuevo. Ella había intentado ir c