El sol comenzaba a ocultarse tras las montañas, tiñendo de ámbar los cielos sobre el territorio de la manada Colmillo. Mia caminaba con paso firme por el sendero que conectaba el bosque con su casa. Aunque su estatura y complexión pequeña hacían que muchos la subestimaran, en su interior ardía una llama que la hacía diferente. A pesar de que aún no se había transformado ni había sentido a su loba, se mostraba fuerte, audaz y decidida, con una valentía que nadie parecía notar. Ella sabía en el fondo lo que valía.Iba distraída, con la mochila colgando de un solo hombro, mientras tarareaba algo en su mente, cuando tropezó con algo sólido... bueno más bien, con alguien.—Lo siento —dijo rápidamente al levantar la vista—. No me fijé por donde caminaba.Delante de ella, alto, cubierto de tierra, con restos de sangre seca en sus ropas y en su cuello, se alzaba Owen, el temido alfa de la manada Colmillo. Sus ojos, oscuros como la noche, la miraron sin expresión aparente. Él acababa de regre
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