Zara despertó gritando.

Dante saltó de la cama, transformación parcial ya activada, buscando amenaza. Luna corrió hacia Zara, manos ya brillando con poder sanador. Aria llegó segundos después, arma en mano.

—No hay peligro físico— Zara jadeó, sudor cubriendo su frente. —Fue visión. La primera en años.

Los cuatro se acomodaron en la sala de estar mientras Celeste preparaba té calmante. Los niños, despertados por conmoción, espiaban desde escaleras hasta que Celeste los llevó de regreso a sus camas.

—¿Qué viste? —Dante preguntó una vez que Zara había tomado varios tragos de té.

—Los niños— Zara respondió, su voz temblorosa. —Como adultos. Veinticinco, quizás treinta años. Parados juntos frente a la oscuridad familiar.

—Los Alfas Caídos— Luna comprendió con horror.

—Sí— Zara confirmó. —Los sellos están comenzando a debilitarse nuevamente. No inmediatamente. Tomarán décadas todavía. Pero eventualmente fallarán. Y cuando lo hagan...

—Nuestros hijos serán quienes enfrenten la amenaza— Dante