Tres años pasaron después del intento de asesinato. Los niños ahora tenían seis años, y la transformación era notable.
Kaela había desarrollado habilidades de combate que impresionaban incluso a Aria. A pesar de su corta edad, se movía con gracia letal, con instintos protectores hacia sus hermanos.
—No tan fuerte— Aria la corregía durante el entrenamiento. —Control es más importante que poder bruto.
—Pero si controlo demasiado, no protejo suficiente— Kaela argumentaba con lógica de seis años.
—Proteger no significa destruir todo lo que asusta— Aria respondió. —Significa evaluar amenazas y responder apropiadamente.
Era una lección que Kaela estaba aprendiendo lentamente. La semana anterior había roto la nariz de un niño que empujó a Marcus. El niño había estado bromeando. Kaela no sabía distinguirlo.
Marcus, mostraba talento para la sanación que rivalizaba con Luna a su edad. Tenía manos gentiles y paciencia infinita, cualidades raras en niños.
—¿Por qué duele aquí? —preguntaba