El primer ataque de Sombrael no fue físico. Fue existencial.
La oscuridad se solidificó en tentáculos que no simplemente golpeaban sino que intentaban borrar. Donde tocaban, la realidad se desdibujaba. Dante vio su propio brazo volverse translúcido por un instante antes de que Luna lo jalara hacia atrás.
—¡Dispersión! —Aria gritó y los seis se separaron en direcciones diferentes.
Sombrael se movió con velocidad que contradecía su tamaño masivo. Sus garras cortaron el aire donde Dante había estado milisegundos antes, dejando rasgaduras en el espacio mismo que sangraban oscuridad.
Zara intentó un sello contenedor, trazando runas en el aire con magia desesperada. Las runas brillaron, formando una jaula de luz alrededor de Sombrael.
El Rey Oscuro simplemente miró la jaula. Y se disolvió.
—Imposible— Zara jadeó. —Ese sello debería...
"¿Debería qué?" La voz de Sombrael resonó con diversión cruel. "Pequeña bruja, he tenido mil años para estudiar cada sello, cada magia que me ata. ¿Crees que