La batalla contra Malvora no había terminado con su dispersión. Era diferente a todo lo que habían enfrentado —no había garras ni colmillos, sino una lucha en el plano mental donde la realidad misma era maleable.
Aunque la forma física de Malvora se había disipado, su presencia mental permanecía, infiltrándose en las mentes del grupo como veneno invisible. Los guerreros que habían sido liberados comenzaron a mostrar efectos residuales del control —pesadillas compartidas, momentos donde sus ojos se ponían vidriosos, impulsos de atacar a sus propios compañeros.
—No se fue completamente— Zara realizó con horror en la segunda noche después del encuentro. —Dejó fragmentos de sí misma en las mentes de aquellos que controló. Como semillas dormidas esperando germinar.
—¿Puedes eliminarlos? —Dante preguntó urgentemente.
—Puedo intentarlo —Zara respondió. —Pero tomará tiempo y energía considerable. Y algunos están tan profundamente arraigados que extraerlos podría dañar permanentemente la mente