La marcha continuó en silencio tenso. Los treinta y cuatro guerreros sobrevivientes cargaban no solo sus armas sino el peso de las pérdidas. Dieciséis hermanos y hermanas habían caído contra Malvora, y cada paso hacia adelante parecía una traición a su memoria.
Dante caminaba al frente, pero su mente estaba dividida. A través del vínculo cuádruple, sentía las emociones de sus compañeras: la culpa de Luna por aquellos que no pudo salvar, la ira de Aria ante su impotencia para proteger a todos, la preocupación de Zara sobre lo que les esperaba.
—Alfa —Erik se acercó al segundo día después de la batalla. —Los hombres están inquietos. Necesitan saber que esto vale la pena.
—¿Y tú? —Dante lo miró directamente. —¿Crees que vale la pena?
Erik no vaciló. —Marcus, tu padre me salvó la vida tres veces. Le debo esto. Pero estos jóvenes... algunos nunca conocieron tiempos de paz. Solo han conocido guerra.
Esa noche, Dante reunió al grupo alrededor de la fogata. Vio caras exhaustas, ojos que había