La luna había apenas comenzado su descenso cuando las alarmas sonaron. Dante despertó instantáneamente, saltando de su cama. A través del lazo, sintió la alarma de los guardias en el perímetro.
—¿Qué pasa? —Luna murmuró, frotándose los ojos.
—Intruso— Dante respondió, ya vistiéndose. —O visitante.
Llegaron al perímetro para encontrar un lobo colapsado, sangrando. Estaba desarmado, sus manos levantadas en rendición. Pero lo que hizo que Dante se congelara fue el rostro familiar.
—Samuel— susurró con shock.
Samuel había sido mentor de Dante cuando era joven, uno de los guerreros más respetados de Luna Plateada.
—Dante —Samuel tosió sangre en sus labios. —Gracias... a los dioses... te encontré.
Luna corrió hacia él, sus manos brillando. —Está grave. Múltiples heridas, envenenamiento por acónito diluido, agotamiento extremo.
—Ayúdalo —Dante ordenó. —Samuel, ¿qué pasó?
—Vine... a advertirte— Samuel jadeó. —Y a decirte... la verdad. Sobre todo.
Lo llevaron a una tienda médica donde Luna lo