Capítulo 38: El Filo del Legado

El amanecer que siguió al Juramento trajo consigo una sensación de quietud extraña. No era la calma después de la tormenta, sino la que precede al huracán. La manada despertó con los ecos del ritual aún danzando en la piel, con los ojos todavía llenos del resplandor de lo sagrado.

Pero algo se quebró al mediodía.

Fue un temblor apenas perceptible al principio, un estremecimiento de la tierra como un suspiro reprimido. Las aves callaron. Los árboles, por un instante, parecieron encorvarse, como si reconocieran una sombra antigua volviendo a caminar sobre ellos.

Lía lo sintió primero. La marca en su espalda ardió de improviso, sin provocación alguna. Cayó de rodillas entre los helechos, jadeando, mientras Kael corría hacia ella.

—¡Lía! ¿Qué ocurre?

—Está... viniendo. Él está... aquí. —La voz le temblaba.

En ese instante, un chillido desgarrador rasgó el aire.

Desde el límite norte de la manada, una llamarada negra emergió del bosque, como una explosión sin fuego. Árboles fueron arrancad
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