La mañana posterior al encuentro en el claro trajo consigo más que un nuevo amanecer: era el preludio de un momento que marcaría la historia de las manadas.
La luna llena se desvanecía lentamente en el cielo pálido, pero su influencia seguía latente en el aire. El bosque entero parecía contener el aliento, como si esperara el siguiente paso de quienes estaban destinados a cambiarlo todo.
Lía y Kael regresaron al corazón de la Manada de Piedra. A su alrededor, los ojos de lobos y humanos los seguían. No con juicio, sino con una mezcla de reverencia y expectativa. Todos sabían que algo había cambiado. Todos sabían que una ceremonia ancestral estaba por despertar después de siglos dormida.
Los ancianos del consejo ya habían preparado el lugar sagrado: un círculo de piedra en medio de los Cuatro Árboles Viejos, donde las raíces se entrelazaban bajo tierra y las ramas formaban una bóveda natural. Era allí donde se realizaban los juramentos más antiguos, donde el alma de la manada escuchaba