La mañana siguiente al ataque, la manada entera se reunió ante el círculo de piedra. El humo del ritual ancestral aún impregnaba el aire, como si los espíritus de sus antepasados se resistieran a marcharse. Las palabras del Nombre Olvidado resonaban en cada mente: "O serás la llave… o serás el candado."
Ardan se mantenía en el centro, con el mapa antiguo desplegado. Cuatro puntos brillaban como brasas vivas: los santuarios de los Tótems del Equilibrio. Uno al norte, custodiado por montañas nevadas; otro al este, sumido en la selva prohibida; el tercero al oeste, enterrado bajo las arenas de un desierto ancestral; y el cuarto, en el sur profundo, donde los vientos jamás dejan de soplar.
—Cada tótem representa un fragmento del equilibrio —explicó Ardan—. El espíritu, la voluntad, el vínculo y el sacrificio. Debemos despertarlos antes de la luna roja, o el velo se romperá por completo.
Kael alzó la voz.
—Yo iré al norte. Los montes del lobo blanco me reconocen. Puedo soportar el frío… y