La Cachorra y Los Tres Alfas ES

La luna colgaba baja en el cielo, iluminando los pinos. El aire frío traía consigo el aroma a coníferas y a tierra húmeda; las hojas se mecían y los pájaros cantaban suavemente.

El corazón de Sapphire se encogía bajo todas las miradas que se posaban sobre ella, y cada vez que sus brazos rozaban la suave fibra de las túnicas ceremoniales de los demás, un escalofrío la recorría.

Se movió de un pie a otro.

“Espero que nadie pueda escuchar los latidos de mi corazón…”

Inspiró hondo. Sus ojos se desviaron unos segundos hacia el camino hecho con troncos muertos alineados, por donde todos habían entrado.

Ella y doce jóvenes más, todos vestidos con túnicas blancas, formaban un círculo. Estaban descalzos, reunidos en un amplio claro del bosque.

Fuera del círculo, cerca de un centenar de licántropos conversaban entre sí, allí para presenciar la primera transformación de sus jóvenes.

“Dicen que mis huesos crujirán y se retorcerán… ¡Algunos lobos incluso enloquecen por el dolor!

¿Será tan insoportable como cuentan?”

Su mirada buscó a su padre, el alfa de la manada, que se encontraba en el centro del círculo. Él le dedicó una breve inclinación de cabeza antes de volverse hacia su madre, la Luna Morgana, quien tenía un brillo extraño en los ojos.

Morgana le lanzó a Sapphire una mirada rápida. Se mordió el labio y bajó la vista.

“Seguro notó que estoy nerviosa…”

Sapphire era la única heredera del Alfa y la Luna del clan.

“No quiero saber cuán doloroso será pero…”

Siempre le habían enseñado a no mostrar debilidad, a ser símbolo de fortaleza, igual que la Diosa Luna.

“No puedo decepcionarlos…”

“El honor de la Manada del Lobo Azul depende de mí.”

Alzó la vista hacia la luna, empapando su rostro pálido en su luz, y rezó en silencio.

—Muy bien, pequeños cachorros —anunció el Alfa Varyn con su voz profunda y autoritaria. Sacó pecho mientras observaba las reacciones de los presentes—. Es medianoche, y pronto comenzarán a transformarse. No se preocupen por nada.

Señaló a los licántropos parcialmente transformados a su lado, con las piernas abiertas y listas para ayudar. Frente a ellos había dos mesas, una con camisas enormes y otra con pantalones.

—Nuestros guardias están listos para apoyarlos. Tenemos ropa de sobra para todos los que logren su transformación hoy.

—¡Y estoy seguro de que serán todos!

El bosque estalló en aplausos y vítores; algunos incluso golpeaban el suelo con los pies.

—Silencio.

Todos guardaron silencio al instante.

—Durante los últimos años nuestra reputación ha caído. Ahora estamos en el puesto cincuenta entre todas las manadas, pero eso está por cambiar —alzando las manos hacia Sapphire—. Hoy nuestros pequeños se transformarán, y entre ellos está nuestra única heredera, ¡el símbolo de nuestra fuerza! ¡La que continuará nuestro linaje!

Todas las miradas se clavaron en Sapphire. Los aplausos y pisadas hacían vibrar el suelo.

—Con un movimiento de nuestras garras derribamos edificios, aplastamos autos y todo lo que se cruce en nuestro camino.

Las manos de Sapphire se helaron. Bajó la vista y forzó una sonrisa.

—Jamás flaquearemos —continuó Varyn—. Jamás caeremos. Y seguiremos siendo los lobos más fuertes de todos los tiempos.

—Cuando escuchen la campana, podrán intentar transformarse.

El reloj de la torre dio las doce. Su repique resonó entre los árboles.

El aire se volvió más frío.

Las piernas de Sapphire temblaron. Un dolor agudo le atravesó el pecho.

Uno a uno, los jóvenes a su alrededor cayeron en cuatro patas.

Aullidos, telas desgarrándose y gritos llenaron el bosque; los pájaros huyeron espantados.

Ella no podía moverse. Sus pies parecían clavados al suelo; parpadeaba una y otra vez sin lograr reaccionar.

El Alfa Varyn frunció el ceño y le indicó que comenzara.

Sapphire apretó los labios.

“¡Concéntrate!”

Sus compañeros se transformaban en lobos enormes, luminosos, majestuosos y azules. Todos altos, fuertes, orgullosos.

Sapphire inhaló profundamente, cerró los ojos y se inclinó. Dejó que el dolor del pecho la envolviera y que el aire frío llenara sus pulmones.

Gritó, un chillido que le desgarró la garganta mientras sus huesos crujían.

Las rodillas le fallaron, cayendo al suelo. Un ardor agudo le quemaba la piel.

Aspiró una bocanada de aire y apretó los dientes. Lágrimas resbalaron por su rostro.

“¡No, Sapphire! ¡Aguanta! ¡Resiste, Sapphire! ¡Este no es momento para llorar!

No puedo… llorar…”

Pero un sollozo escapó de sus labios.

“¡Soy fuerte! ¡Soy la orgullosa heredera de la Manada del Lobo Azul! ¡La futura Luna!”

Su túnica se desgarró. Sus colmillos crecieron.

Su respiración se entrecortó; los ojos se le pusieron en blanco mientras soltaba otro grito.

Fur brotó de su piel; sus huesos se contorsionaron, sus garras se extendieron.

Un calor envolvió su cuerpo. El pasto y los árboles parecían encogerse; la luna se acercaba. Una sonrisa trémula apareció entre sus lágrimas.

El dolor se detuvo. Exhaló con alivio… pero entonces todo comenzó a crecer a su alrededor.

Los lobos, los árboles y las rocas. Todo era enorme.

Hasta que el pasto mismo bloqueó su visión.

“¿Qué? ¿Qué está pasando?”

Corrió, apartando briznas gigantescas… hasta que su cabeza chocó contra algo duro.

Unas patas enormes se alzaban frente a ella. Al levantar la mirada, vio lobos azules —gigantes y majestuosos— observándola desde arriba.

“¿Qué pasó? ¿Por qué soy tan pequeña?”

Su cuerpo tembló; un zumbido llenó sus oídos.

—¿Qué es eso? —susurró alguien, pero ella lo escuchó con absoluta claridad.

Una loba azul regresó a su forma humana, sus pechos rebotando mientras se inclinaba. La tomó en sus manos y la levantó para que todos la vieran.

Hubo una oleada de jadeos.

—¿Esa es Sapphire?

—¡Ni siquiera es azul!

—¿Estará maldita?

Los murmullos crecían, atronando en sus oídos.

Sapphire buscó a sus padres, pero se encontró con la mirada helada de Varyn. Él apretaba la mandíbula, las manos hechas puños.

—¡Ese no es nuestro color! —escupió alguien entre la multitud, y otros lo secundaron.

—¿Eres realmente tú, Sapphire? —Varyn sonrió con desdén al verla.

El corazón de Sapphire latía frenéticamente.

La boca se le secó; los labios le temblaban.

“¡No debí transformarme!”

Abrió la boca, pero solo salió un chillido ahogado.

Miró sus patas: la luz de la luna se reflejaba en su pelaje plateado, dándole un brillo fantasmal.

“¿Por qué mi pelaje es blanco?”

Varyn se volvió hacia Morgana.

—¿Qué le pasó a tu hija? ¿Por qué es tan pequeña? —gruñó, mostrando los dientes.

Sapphire se estremeció.

—N–No lo sé. ¿Estás bien? —balbuceó Morgana sin atreverse a mirarlo a los ojos.

Dirigió la vista hacia Sapphire.

—¿Por qué eres tan pequeñita, cariño? Está bien, Sapphire. Ven aquí —la llamó con voz temblorosa.

Los murmullos crecieron aún más, perforando sus sentidos agudizados.

Sapphire bajó la cabeza mientras las lágrimas la cegaban.

Saltó de la palma de la loba y salió disparada del claro, sus patitas golpeando la hierba húmeda.

Corrió hacia la salida del claro.

La visión borrosa, el corazón martillando. Saltaba charcos mientras las lágrimas empapaban su pelaje.

“Si sigo recto volveré a la manada…”

Giró bruscamente hacia el bosque, esquivando hierba alta y charcos.

“¿Por qué me transformé para terminar así? ¿Pequeña… y blanca?

¿Qué voy a hacer ahora?

¿No hubiera sido mejor volverme loca como dicen?

¿Cómo voy a enfrentar a la manada?

¿Qué dirá mamá? ¿Qué hará papá?”