La noche no había caído del todo, pero ya el cielo era una cúpula violeta salpicada de brasas celestes. En el centro del campamento, el altar ceremonial aún brillaba con la energía de la ofrenda hecha por Kael y Lía. Sin embargo, no había paz. Solo un eco insistente, como si la misma tierra murmurara advertencias en un idioma roto.
—La Marca despertó al Umbral —dijo Maelys con el rostro grave—. Y si las leyendas no mienten, el Umbral responde a una única cosa: sangre verdadera.
Lía se estremeció. La revelación de su vínculo con Seryna aún pesaba sobre sus hombros, como si llevara en la espalda no solo la Marca, sino la memoria viva de su linaje. Pero era Kael quien rompió el silencio.
—¿Dónde está ese umbral? —preguntó, con voz tensa pero decidida.
Tholvar abrió un mapa antiguo. Señaló un punto al suroeste, entre las Montañas del Eco y los Riscos del Silencio.
—El Valle de los Espejos. Ahí se funden las corrientes de sangre mágica y sombra. Es un lugar prohibido… donde el pasado aún p