Capítulo 3 - La Marca y el Silencio

Aeryn

El olor de Darien todavía impregnaba las sábanas. Me envolvía como una manta invisible mientras me desperezaba en la cama, desnuda, con los músculos aún sensibles y un calor palpitante latiendo en mi clavícula donde me había marcado. Cerré los ojos y volvió a mí el recuerdo de su cuerpo sobre el mío, de su voz ronca diciéndome que era suya, de la forma en que nuestras almas se fundieron bajo la luna.

No me había dejado una nota ni una palabra al despertar, pero sabía que volvería. Podía sentirlo. El vínculo era demasiado fuerte, como un lazo ardiente que tiraba de mí incluso cuando no lo veía.

Me senté al borde de la cama, envuelta en la manta, y respiré hondo. Afuera, la ciudadela sonaba distinta. Voces, pasos apresurados, ruidos de movimiento constante. Había algo en el ambiente: agitación, expectativa, una especie de alegría caótica. Exploré la cabaña y en la cocina comí algo, estaba hambrienta después de esa maravillosa noche. Me di una ducha, su baño era hermoso; no puedo esperar para aparearme con él allí. Me vestí rápidamente con ropa de Darien —la mía estaba hecha un desastre— y salí de la cabaña.

En cuanto crucé la puerta, las miradas comenzaron. Algunos bajaban la vista con respeto, otros susurraban a espaldas. Pude escuchar palabras sueltas: "marcada", "heredero", "extranjera". No entendía por qué tanto revuelo. No era la única que había encontrado a su pareja destinada la noche anterior. Pero claro, ellos sabían algo que yo apenas sabía: ¡qué lugar ocupaba Darien en esta manada!

Me dirigí hacia la parte trasera del claro, quería evitar a la gente. Divisé a Cael de espaldas, observando el horizonte con las manos cruzadas detrás.

—Cael —lo llamé.

Se giró y su expresión cambió en el acto. Su sonrisa fue amplia, sincera. Se acercó rápido y me envolvió en un abrazo apretado.

—Estaba empezando a preocuparme por ti, cachorra.

Sonreí. Siempre me decía así, aunque ya no era una cachorra.

—Estoy bien. De verdad.

Se separó para mirarme mejor, y entonces frunció el ceño. Su nariz se movió, olfateó el aire cerca de mí, y sus ojos se oscurecieron ligeramente.

—Aeryn... hueles a... él.

—¿A qué te refieres?

—Al heredero. Al hijo del Alfa.

Mi corazón dio un brinco.

—Darien.

—Tú... ¿él es tu pareja destinada?

Asentí con lentitud.

—Nos encontramos anoche. Nos reconocimos. Nos marcamos mutuamente.

Cael pasó ambas manos por su cabello y dio un paso hacia atrás, claramente sorprendido.

—No lo sabías, ¿verdad? Quién era él.

Negué con la cabeza.

—No hasta que lo citaron del consejo... y entonces alguien lo llamó "señor Darien". Me lo dijo antes de irse.

Cael me miró largo rato, como si me analizara, como si intentara entender algo más allá de lo evidente.

—Estoy feliz por ti —dijo finalmente, suavizando la voz—. Te lo mereces. Siempre he sabido que dentro de ti hay algo fuerte, algo que no podía explicarse sólo con lo que heredaste de tu familia. Pero Aeryn... esto cambia muchas cosas.

—¿A qué te refieres?

—Nada. No ahora. Solo... cuídate, ¿de acuerdo? Recuerda que te prometí cuidarte. No importa quién seas para él. Para mí, siempre serás mi cachorra cabezota.

Sonreí, aunque algo en sus palabras dejó una sensación helada en mi pecho. Lo abracé otra vez, agradecida.

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CAEL

Me alejé de Aeryn sintiendo un nudo en el estómago. Estaba feliz por ella, claro que lo estaba. Había sufrido mucho, perdido demasiado. Merecía ese tipo de amor feroz, ese vínculo que lo consume todo.

Pero... ¡el Alfa heredero!

Algo no encajaba.

Sabía cómo funcionaban los vínculos. No se forzaban, pero tampoco eran aleatorios. Los Alfas no se emparejaban con cualquier loba. Era ley no escrita. Un Alfa era destinado a una igual, a una hembra con fuerza, con linaje, con poder.

Y aunque la familia de Aeryn, los Thorneveil, era respetada, eran conocidos más por sus tierras y riqueza que por su sangre.

¿Entonces por qué ella?

Cerré los ojos y recordé cuando la conocí de cachorra. Tenía apenas cinco años. Su padre la llevó conmigo para entrenarla, cuando yo apenas era un adolescente. Desde entonces, la vi crecer, volverse hábil, valiente... pero también distinta.

Siempre había algo en ella que no podía explicar. Un instinto más agudo. Una presencia más fuerte de lo que correspondía a su crianza y linaje.

Mi lobo interior no desconfiaba de ella. Pero mi instinto de guerrero empezaba a susurrar.

Los Alfas no se vinculan con cualquiera.

Y si Darien se ha vinculado con Aeryn, entonces... ¿qué sangre corre realmente por tus venas, cachorra?

Y eso era algo que debía averiguar.

Antes de que lo hiciera alguien con peores intenciones. El consejo no estaba muy contento con las decision de Darien de dejarse marcar en su primer reclamo.

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