El sol estaba descendiendo en el horizonte cuando Darien decidió ir solo a recibir la caravana que traía el cuerpo de Joldar. Los ecos de la tristeza y la rabia aún retumbaban en su pecho, pero había algo en él que le impedía mostrar más debilidad. La manada necesitaba verlo fuerte, implacable. No podía permitir que su vínculo con Aeryn, o su amor por ella, fuera su perdición.
Aeryn había querido acompañarlo, pero él se lo impidió. Necesitaba que ella permaneciera en la Torre, para mantener la fachada de castigo que Aldrik aún esperaba. La tensión entre ellos aumentaba cada vez más. Ella rugió con furia, su frustración llenando el aire, pero al final, obedeció.
Aeryn sabía que Darien la estaba observando desde lo alto, en la torre. A pesar de su enojo, algo en su interior la mantenía allí, quieta, esperando el regreso de Darien, aunque su corazón ardía por dentro. No le gustaba estar aislada, pero más le dolía ver la frialdad con la que él la trataba. Cada día que pasaba, sentía cómo