Las puertas del consejo se abrieron de golpe.
El murmullo de los presentes se extinguió como una llama sin aire. Elaria apareció envuelta en una capa negra ceñida, pero imposible de ignorar era la prominencia de su vientre—tan grande como el de Nyrea, una mentira más pesada. Caminaba erguida, sin rastro de vergüenza, sus ojos buscando con precisión el rostro del Alfa.
Darién se puso de pie como un resorte, la tensión en su mandíbula fue visible incluso desde el fondo de la sala.
—¿Qué haces aquí? —escupió, la furia acumulada en su pecho encendiendo la atmósfera con solo tres palabras.
Elaria avanzó sin vacilar, el movimiento de su silueta haciendo que algunas miradas se desviasen a su abultado abdomen, pero su mirada no se movió del todo de Kaelrik, a quien le dedicó una mirada más larga de lo necesario.
—Vine a tomar venganza, Darién —dijo con voz clara y venenosa—. Conozco los secretos de Aldrik. Y sé cosas que necesitas saber si quieres derrotarlo.
Desde el fondo, Kaelr