El sol comenzaba a caer sobre Brumavelo, tiñendo el cielo con tonos de bronce y escarlata. El aire estaba cargado de expectación. En la plaza ceremonial, el círculo de piedra ancestral ya había sido encendido. El Fuego de la Llama Viva ardía al centro como un corazón latiendo con poder antiguo.
La aldea entera observaba en silencio.
Nyrea Ignarossa, vestida con una capa negra ribeteada en rojo y un cinturón de plata lunar, subió sola al altar de fuego. Su cabello rojo brillaba como llamas vivas, y el mechón plateado caía libre sobre su frente como un sello de otro mundo. Su vientre redondeado no la debilitaba. La volvía más imponente.
A su lado, Darién Lobrenhart se mantenía en guardia, pero esta vez, no era él quien dominaba la escena.
Hoy, la Llama tenía una voz: y era ella.
Kaelrik, de pie en la base del círculo, respiraba profundamente. Sabía que no era un simple juicio ritual. Estaba a punto de ser evaluado por la portadora viva del fuego lunar. Y cuando la vio alzar las man