Brooklyn
Ese viaje terminó demasiado rápido.
De regreso en casa, bajando las escaleras hacia la recepción, siento cómo la quietud de la mañana se posa sobre mis hombros.
El bar sigue esperando una entrega, y quiero asegurarme de que haya llegado. La recepcionista está tecleando en la computadora, pero cuando me ve, levanta la vista con una sonrisa distraída.
—Hola, Brooklyn —me saluda—. ¿En qué puedo ayudarte hoy?
—Hola —respondo, tratando de sonar casual—. Solo vengo a preguntar por la entrega para el bar. ¿Ya llegó?
Antes de que pueda contestar, escucho la voz de Aidan detrás de mí.
Me giro para verlo caminando hacia el mostrador, su expresión aguda y concentrada como siempre.
—Brooklyn, yo también venía a preguntar lo mismo —dice, y sonrío, aliviada de que estemos en la misma página.
La chica de la recepción, Stephie, empieza a teclear en su computadora buscando entre los pedidos, pero justo cuando va a decir algo, suena el teléfono de Aidan. Su expresión cambia de inmediato: sus o