Brooklyn
La sensación de sus labios sobre mi piel me despierta.
La oscuridad de la noche llena la habitación, y no puedo ver nada más que la sombra oscura de Aidan, deslizándose sobre mi cuerpo. Siento cada uno de sus toques, el misterio de la oscuridad que lo oculta y hace que su siguiente movimiento sea una completa sorpresa.
Sus labios rozan mi cuello, subiendo hasta mi oído, y lo escucho suspirar feliz mientras su mano se desliza entre mis piernas, jugando con la humedad en mi centro.
—Estás tan mojada —susurra, deslizándose entre mis piernas. Lo siento palpando suavemente, y se lo suplico.
—Sí, sí, por favor, mételo —gimo, dejando que las hormonas me dominen, sintiéndome derramarme y temblar por él.
—Me gusta cuando suplicas —me murmura, besándome, provocándome con su polla que se desliza por mi humedad sin reclamarme del todo.
—No es agradable hacer que una mujer embarazada suplique por cosas —le respondo, mordisqueando su labio inferior con mis dientes.
Se ríe, apoyándose en el