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Los Secretos del Conde

Los Secretos del CondeES

Romántica
Karen Crescini  Recién actualizado
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23Capítulos
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Resumen
Índice

Sinopsis

bxgIndependienteRetorcidoOdioRicodificultadesCaballero

Los "Lores B" son un grupo de hermanos, tienen la peculiaridad que todos poseen títulos nobiliarios, desde un barón hasta un duque, pues su madre se casó siete veces y a todos sus esposos les dio un heredero, por lo cual son una familia influyente y de renombre. El enigmático Conde de Blakewells es un misterio para la alta sociedad, y aunque es parte de los famosos Lores B, siempre procura alejarse de la atención y las habladurías. Tras la muerte de su primera esposa decide abandonar la capital con su heredero recién nacido, para criarlo lejos de los ojos feroces y las lenguas afiladas de alta alcurnia. No obstante, el llamado de su hermano mayor lo hace retornar a Londres, donde un percance muy concurrido revela su regreso y lo pone en discordancia con una joven dama de la cual no sabe nada. Por otro lado, Evangeline al borde de la desesperación busca refugio en la casa de su tía, la Marquesa de Rauscher, no quiere caridad ni mucho menos, pero las circunstancias la llevan a escapar de su familia y aceptar el puesto de acompañante de su prima, Lady Amelia. No quiere llamar la atención y por supuesto que no pretende entrar en sociedad, pero al ser la salvadora de un bebé que casi se ahoga en el Serpentine conoce a un hombre que la exaspera en cantidades inexpresables. ¿Podrán llegar a un acuerdo?

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Último capítulo

  • Un encuentro inesperado

    14 de Julio de 1815, Londres. Esa mañana se había despertado temprano como solía hacerlo, al saltar de la cama en medio de un bostezo se estiró correctamente para preparar su cuerpo ante el nuevo día, primero brazos, espalda, cuello y al final las piernas, era una sensación liberadora que le fascinaba, para luego ir en dirección a las enormes ventanas que decoraban una pared de la estancia que daban con la calle principal y corrió las cortinas, inmediatamente los rayos del sol impregnaron la habitación, le encantaba ese efecto, disfrutaba mucho sentir el suave calor en el rostro y ver la manera en la que cada objeto se iluminaba dentro del cuarto.Era irónico la forma en la que podía escuchar perfectamente las quejas de su madre en su mente, cada que le reclamaba que debía alejarse de las ventanas o su cara se llenaría de pecas y se vería fea por eso, ella hacía una mueca por la cual era reprendida aún más, pero ya tenía algunas pecas

  • Tarde de té

    ‒ Pues sí, mi padre era Peter Gateley, Barón de Lasseter ‒ comentó encogiéndose un poco de hombros, no sabía qué más podía decir y se sentía un tanto inferior, ya estaba claro que sí era la hija de un barón pero también era evidente que no gozaba de los privilegios de ser tal cosa, puesto que no tenía fortuna ni ningún legado, así que no le veía el sentido a esa conversación ‒. No obstante, no puedo alardear mucho al respecto ‒ continuó sirviendo la última taza, la suya, a ella le gustaba el té cargado, con partes iguales de leche e infusión, y con tres cucharadas de azúcar, no toleraba los sabores insípidos.‒ ¿Por qué no? ‒ preguntó Thomas cruzándose de brazos y escudriñándole el rostro con la mirada ‒ Deberías estar orgullosa de ese hecho, tienes un puesto que te pertenece en la alta sociedad.‒ Pues, cuando no se tiene dinero, milord, le aseguro que es difícil mantener ese puesto con la frente en alto ‒ lo miró por sobre la taza de té muy fijamente, solía desafiar a su primo con l

  • La hija de un Barón

    Esa tarde había dejado atrás los días lluviosos para darle paso a un clima fresco y soleado, aunque las nubes hacían acto de presencia a lo largo del día no había vuelto a llover como si se vinera el cielo abajo. El mercado principal no era su lugar favorito, no obstante le gustaba hacer las compras y caminar un poco, aunado a eso se sentía satisfecha al saber que consiguieron las provisiones necesarias, y además, había estirado las piernas un rato, ya que no había vuelto a salir de la mansión desde que Lord Thomas le indicara que debía mantener un muy bajo perfil y que ante cualquier acontecimiento debía ocultarse ante las personas para evitar ser reconocida, así pues, realmente requería esa salida de un par de horas para sentir la libertad.Evangeline disfrutaba de la suave brisa mientras iban de regreso a la mansión, cerraba los ojos y con una sonrisa imaginaba todo lo bueno que le había pasado a lo largo del día, era una costumbre que había desarrollado desde niña para alejar los

  • Tarde de bordados

    Su anterior conversación con Amelia donde le explicaba que debía mantener su dignidad y que además, por su bien era mejor que dejara de escaparse de la mansión a causa de un hombre, había sido tomada en cuenta y en consecuencia tuvo resultados favorables, pues Evangeline estaba atenta y gracias al cielo no había vuelto a escuchar ruidos en la alcoba junto a la suya a tempranas horas de la mañana. Amelia retomó su rutina de levantarse tarde y somnolienta desde aquel día, pero lamentablemente no había rastros del misterioso caballero que ella estuvo frecuentando y su actitud se mostraba un tanto apesadumbrada y tenía la mirada triste. Sin embargo, eran sentimientos que ocultaba demasiado bien frente a su hermano mayor y a sus padres, con ellos era la Amelia que todos conocían: parlanchina, muy activa, alegre y preguntona; no obstante cuando estaba a solas con Evangeline dejaba esa máscara atrás, y ella podía escuchar los profundos suspiros de la joven que tan sólo quería encontrar un esp

  • La verdad sale a la luz

    13 de Julio de 1815, Londres Esa mañana se sentía devastado, su cuerpo se sentía frágil y tenía los sentimientos a flor de piel, no había podido dormir como Dios manda la noche anterior con tantos pensamientos dentro de su cabeza, la cual parecía que iba a explotar en cualquier momento. Por otra parte, John había vuelto a tener fiebres, por lo que tuvo que cuidar de él durante la madrugada, cubriéndolo con paños de agua y manteniendo la estancia a una temperatura adecuada, cerró las cortinas y mantuvo el fuego en la chimenea a todo dar. No soportó la idea de quedarse en la habitación principal, con tantas memorias revoloteando, así que terminó dormitando de a ratos en una silla mecedora que había en el cuarto de niños junto a la cuna de su hijo, la cual se suponía que Penélope usaría para dar pecho a su retoño, donde lo acurrucaría hasta que se quedara dormido. Los recuerdos seguían llegando y el dolor que embotaba su cabeza no desaparecía desde el día anterior, tenía un humor de perr

  • El concierto

    La sala estaba repleta de las personas más pomposas, engreídas y altivas de la alta sociedad, por lo general los integrantes de las familias de duques y marqueses eran así, a menos que estuvieran en la ruina y necesitaran desposarse con jóvenes que poseyeran dotes cuantiosas, provenientes de familias con las arcas llenas de riquezas, pero de no ser el caso eran individuos que poseían actitudes de cuidado, no dejaban pasar por alto los errores y veían a los demás levantando la barbilla, como si emanaran un tufillo, cosa que James odiaba sobremanera. Los únicos a quienes no podía meter en el mismo hueco era a Marcus, Sebastian, Nathaniel y Josephine, pertenecientes a esos estratos, y por supuesto su madre, quien era la Marquesa viuda de Bellingham, y no porque fueran su familia, sino porque realmente no trataban a nadie de manera diferente ni se fijaban en la posición social, James suponía que vivir y crecer en una casa con personas de todos los puestos de la jerarquía social les había

  • Rumores

    17 de Mayo de 1811, Londres.A la espléndida Lady Penélope, quien destacó en su baile de presentación como ninguna otra, gracias a sus finas maneras, cabello de diosa y sonrisa de ángel, la cual caminaba llena de gracia, con agrado y emanando una elegancia incalculable, la comenzaron a ocultar sin razón aparente, no le permitían asistir a eventos que no fueran realizados por sus parientes y poco se le veía en los habituales paseos por Hyde Park. Esta dama, quien era la personificación de la pureza, radiante, colmada de alegrías y virtudes, pues la señorita tocaba no uno, sino dos instrumentos: el piano y la flauta, además cantaba como los querubines, tenía una voz sublime que hechizaba a sus visitantes cada que el marqués realizaba un evento social en su morada. Por otra parte, hablaba francés con fluidez y contaba con un amplio léxico del latín, el cual hablaba con bastante desenvoltura.Y no conforme con todo lo anterior, Penélope Luddington también se había destacado en la escuela

  • Recuerdos

    Siendo congruente con las palabras que le había escrito a Cassandra, se estaba preparando para trasladarse esa misma tarde a la casa principal del Conde de Blakewells, una morada deslumbrante que estaba unida a su título desde la primera generación. Él había mandado a realizar significativas remodelaciones en la fachada y en todo el interior, así como en los jardines y establos, cuando tomó la decisión de casarse, con la finalidad de recibir a su condesa tal y como se lo merecía, por ende, Blakewells Manor era una de las pocas mansiones con un estilo más moderno y fresco que las demás. Esta quedaba a unas cinco manzanas de distancia de la mansión que estaba habitando actualmente junto a su familia, por suerte las propiedades de todos los hermanos estaban relativamente cerca unas de las otras en Londres, incluso James era vecino de Brightwall Manor, la propiedad de Colin.Ya no quería que su madre se tomara para sí misma la tarea de cuidar de John o que se sintiera en la obligación de

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23 chapters
Una tarde esclarecedora
Los Secretos del Conde/Karen Crescini
5 de Julio de 1815, Suffolk.Esa tarde era como cualquier otra, se había vuelto rutinario ir a visitar a su vecina, amiga y confidente. Era un trato idílico entre ellos, se hacían compañía y ella era de mucha ayuda, cabe destacar, cada que John no hallaba consuelo en los brazos de su padre.‒ ¿Vendrás a desayunar mañana? ‒ le preguntó la deslumbrante Marquesa de Wrightwood, Lady Cassandra, una joven dama de espectaculares ojos ámbar y cabellos azabaches, que harían suspirar a cualquier hombre.‒ Debo ir al pueblo temprano por nuevas herraduras, pero creo que estaré a tiempo para el desayuno ‒ contestó colocando su tobillo izquierdo en la rodilla derecha, estaban sentados uno al lado del otro, en cualquier otra lugar eso sería algo aberrante, un escándalo por lo mínimo, pero allí sólo estaban ellos dos y hacían sus propias reglas.‒ Deberías dejar esas tareas a tus sirvientes, son muy capaces ‒ le respondió con emoción, tenía la sospecha de que a la joven no le gustaba tenerlo lejos o,
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La invitación a desayunar
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‒ Veo que mi familia es de su conocimiento ‒ a James no le importaba hablar de su familia, sencillamente era algo que no comunicaba a diestra y siniestra.‒ ¿Lores B? ‒ preguntó Cassandra desorientada, seguramente la dama jamás había escuchado aquello viviendo en el exilio.‒ Querida, así se refiere la sociedad al conde y sus hermanos. Todos poseedores de títulos ‒ a James no le pasó desapercibido la manera como la nombró, pero al parecer Cassandra lo dejó pasar.‒ ¿Cómo es eso posible? solamente existe un heredero por familia ‒ sabía que Cassandra odiaba estar en la ignorancia, pues procuraba saber de todo un poco y le gustaba leer.‒ No en mi familia, milady. Mi madre fue muy fértil ‒ su familia no era el meollo allí y no permitiría que el marqués llevara la conversación en direcciones que le favorecieran, tan sólo para distraer.‒ Y le dio un heredero a todos sus esposos ‒ dijo el marqués de manera triunfal.‒ ¿Y cómo están sus hermanos, Lord Wrightwood? ‒ preguntó James con una son
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La primera mirada
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05 de Mayo de 1811, Londres.La mansión de los Marqueses de Rauscher estaba abarrotada, parecía un hervidero y el calor era, por poco, insoportable. No obstante, el salón estaba decorado con gigantescos ramos de flores exóticas, muy coloridas que impregnaban el lugar con su dulce aroma, los candelabros iluminaban la estancia gloriosamente y los sirvientes vestidos con sus libreas, de los colores característicos de la familia Luddington, andaban para allá y para acá con bandejas de plata llenas de bebidas, dulces y aperitivos.El acontecimiento era uno de los más esperados de la semana, pues, la sobrina del marqués sería presentada ante la sociedad esa noche, la joven dama había pasado su adolescencia en una escuela de señoritas a las afueras de la ciudad, razón por la cual todos estaban expectantes de ver cómo le había favorecido, o no, la pubertad. Los integrantes de la familia Rauscher tenían un aspecto bastante definido, en su mayoría eran de piel pálida y tersa, cabellos oscuros y
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La taberna
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06 de Julio de 1815, Suffolk. Tras su conversación con Cassandra durante el desayuno, en el que no pudo comer mucho, tuvo la determinación de que debía hacer algo al respecto. Ella tuvo la valentía de confesarle lo que realmente había sucedido con su relación y los percances de hace cinco años que terminaron con la decisión del Marqués de dejarla allí, para finalizar sus estudios, se suponía que él regresaría por ella, lo había prometido, pero había tardado cinco años en volver al lugar donde la abandonó cuando Cassandra solamente tenía quince años. La joven marquesa fue relegada al campo, no obstante, durante su primer año allí tuvo la esperanza de que Edward volvería a por ella, pero no fue así y desde entonces decidió vivir su vida, en paz y con calma. James tenía la sospecha de que había sufrido mucho y sencillamente se estaba haciendo la fuerte, porque pudo percibir cómo el regreso del marqués la estaba desestabilizando. Sabía muy bien que debía alejarse de los problemas marital
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La visita del Marqués
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No quería que Cassandra lo viera en ese estado, no podría mentirle y no se le ocurría una manera de lucir menos malogrado, puesto que le dolían los costados y se los apretaba con el brazo izquierdo, ni siquiera se creía capaz de cargar a John en brazos en las próximas horas. Se supone que solucionaría las cosas, no que añadiría más discordias al asunto.Se sentía decepcionado de sí mismo, y por supuesto, no quería que Cassandra sufriera las consecuencias de sus actos.‒ Por favor, no te alarmes, Cassandra ‒ dijo elevando la mano derecha, tanto como su dolor se lo permitió.‒ ¿Pero qué te ha pasado? ‒ preguntó inquieta y llena de asombro, su boca era una «O» perfecta. Si la miraba con detenimiento, podría decirse que lucía tierna. James no recodaba la última vez que una dama se hubiera preocupado tanto por él.‒ Un pequeño percance en la taberna, no es nada ‒ entraron a la mansión y se encaminaron al salón de juegos. Una estancia que tenía un área en la que podían colocar a John en el
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¿Salvar a la dama?
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James decidió ir de nuevo a la biblioteca, tenía un sentimiento de vacío en el corazón, se encontraba en una encrucijada entre el enojo, la tristeza, la indignación y la desolación que le causaba la actual situación. Enojo, por lo obstinado que era el Marqués de Wrightwood, estaba casi convencido de que el hombre creía que se debía hacer lo que él quisiera y cuando él lo quisiera, debido a su posición como marqués, un puesto por encima de los condes del reino; tristeza, por la vida que ha tenido Cassandra y los acontecimientos alrededor de su matrimonio que no estaba nada bien, ella merecía una vida mejor; indignación, porque aun a esas alturas no podía creer que Edward lo hubiera provocado hasta tal grado que terminaron enzarzados en una pelea, sentía un aberrante estremecimiento cada que recordaba que se había dejado arrastrar en una actividad poco caballeresca, porque no estaban peleando por el honor de Cassandra, no, el marqués estaba dolido y sencillamente quería descargar su ira
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Al sentarse sobre el sillón mullido con los pies sobre el reposa brazos se sumergió en la tarea de revisar la urgente misiva que le había sido entregada. Toda la correspondencia proveniente de Londres solía ser «urgente», pues Josephine, su hermana y benjamina de la familia, era especialista en exagerar, James lo tomaba como que la joven era muy pasional y sentía de verdad, no veía nada de malo en ello, así que recibía constantes cartas de parte de ella, anunciando que lo extrañaba muchísimo, que quería ver a John y que estaba tan aburrida en la mansión viviendo tan sólo con Benedict y su madre que estaba segura que perecería en cualquier momento. Circunstancia que se generaba, debido a que, Marcus estaba de viaje al otro lado del mundo desde hace un buen tiempo; Sebastian pasaba largos periodos en su propiedad campestre; Colin, Derek y Nathaniel aún asistían a la universidad; y James se había mudado a las afueras de la capital, no permitía muchas visitas y no había vuelto a ver a su
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‒ Debería probar con algún bocadillo, milord ‒ comentó el cochero. ‒ Ya lo hice, y eso sólo lo calmó hasta que se terminó el bocado ‒ dijo algo afligido, no recordaba haberse sentido tan exhausto desde que John tenía meses de nacido y demandaba todo su atención ‒ El clima es muy agradable ‒ comentó elevando el rostro en dirección al cielo, respiró profundamente y abrazó estrechamente a John. ‒ Quizás el señorito quiera caminar un poco ‒ añadió su sirviente observando el espacio en el que se encontraban. No se le había ocurrido esa idea, tenía mucho sentido ya que tenían bastante rato encerrados en el carruaje sin muchas distracciones. Asintió en dirección del cochero con una sonrisa, y posteriormente se inclinó hacia adelante para dejar al pequeño sobre la grama verde, entre flores de colores, John no lo pensó dos veces y comenzó a explorar lo que tenía a su alrededor, pasó sus pequeñas manitas por los pétalos de las flores y por las briznas de hierba que eran más largas que las dem
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La reprimenda
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‒ Muchas gracias por salvar a John ‒ le dijo Cassandra a la muchacha que reparó en ella sólo cuando escuchó que le hablaban. James observaba la escena desde otra perspectiva, estaba detrás de Cassandra y vio como la marquesa extendía los brazos y así, el niño no necesitó más razones para cambiar de persona. ‒ No hay de qué, señora ‒ respondió la mujer, daba el aspecto de ser la institutriz de alguna chiquilla. ‒ Soy Lady Wrightwood y... ‒ inició su amiga pero la joven no espero a escuchar el resto. ‒ Espero que la próxima vez tenga especial cuidado con su hijo ‒ le soltó la mujer y James abrió los ojos como platos ante aquellas palabras. ¿Eran ideas suyas o la mujer acababa de reprender a la Marquesa de Wrightwood ante la mitad de la alta sociedad? ¡Eso era algo inconcebible! ‒ Le aseguro que este accidente no volverá a ocurrir, su padre se encargará de eso ‒ respondió con seriedad y talante ‒. Si hay algo que pueda hacer por usted… ‒ No quiero su dinero, Lady Wrightwood ‒ la co
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Tiritando de frío y cólera
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En su mente, trataba de enmendar lo que había hecho, su desatiendo llevo a su hijo a estar en una situación extremadamente peligrosa y eso no se lo podía perdonar tan fácilmente, él procuraba ser un buen padre, uno presente que le brindaba todo su amor y cariño a su hijo, era la primera vez que había experimentado una circunstancia tan terrible. Su corazón aún no se recuperaba del miedo que sintió en ese fatídico instante, desde el momento en el que no sintió la mano de John agarrando la suya hasta que lo vio salir del Serpentine en brazos de una desconocida. ¡Y esa mujer! La noche prosiguió y sus pensamientos sólo tenían dos temas: por una parte, cuidar de John, y por otra, la actitud impertinente de la joven que tuvo la osadía de echarle un rapapolvo. ¿En qué cabeza cabía que una joven que tenía toda la pinta de ser una institutriz reprendiera a un conde y a un matrimonio de marqueses? Aunque podía sentirse algo satisfecho por la parte en la que el Marqués de Wrightwood casi se s
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