Cuando Aba recibe una oferta de empleo de una de las familias más poderosas de Italia, no imagina que toda su vida cambiará al aceptarla. Piero se colará en su vida casi desde el primer instante, pero ¿logrará ella quedarse en la suya?
Ler maisAba
Es el primer lunes de mi vida que me despierto ilusionada. Lo cierto es que no soy una persona a la que le gusten los lunes, o las mañanas, o madrugar; pero hoy es un día especial. Voy a coger un vuelo a Italia, y allí, llevaré a cabo el mayor proyecto de mi carrera laboral.
¡Ay! Había olvidado presentarme, soy Aba, tengo veinticinco años, y me dedico a la fotografía profesional, lo que en realidad quiere decir que suelo pasar largas horas rodeadas de novios histéricos que me han encargado su sesión de fotos de boda; de niños maleducados, que van a posar para mi por su comunión; o de intranquilos padres primerizos que quieren hacer una sesión de fotos a su bebé, pero no acaban de fiarse de dejarlo en mis jóvenes e inexpertas manos.
Pero este proyecto es diferente, es uno de esos encargos de los que presumiré durante toda mi vida. La familia Cardoglia me ha contratado para retratarlos a ellos, así como su viñedo, y la mansión familiar.
Durante tres meses tendré libertad absoluta para pasearme por una espectacular casa lujosa, y podré vivir en un país en el que el arte está presente en cualquier rincón. No puedo contener mi emoción, de hecho, estaba deseando que el despertador sonara para iniciar esta aventura.
Piero
Ya está anocheciendo, y cuando me doy cuenta, comienzo a preocuparme. La estúpida fotógrafa que mi hermana pequeña ha contratado no ha llegado. Pero bueno, era de esperar, pues yo sabía que este proyecto no tendría éxito.
La idea de Bea es inmortalizar nuestras vidas en un libro que podamos vender en la tienda de recuerdos del viñedo.
Como decía, una idea con poco sentido, como la fotótografa la que ha recurrido para ello. Una insulsa compañera de Universidad, que se ha especializado en fotografía.
En fin, aunque no tenga mucha esperanza en que salgo algo bueno de todo ello, y más aún, porque Bea me ha pedido que sea yo el que reciba a su amiga, no puedo evitar mirar de nuevo el reloj, y marcar el número de móvil que mi hermana ha dejado apuntado en un post-it rosa en la enorme nevera de acero inoxidable.
Aba
El día no ha podido ir peor; primero, un vuelo retrasado; después, el coche alquilado no está reservado, he tenido que esperar casi dos horas a que me entregaran uno; y por último, mientras se disculpaban en una mezcla entre italiano e inglés, me han dado un descapotable precioso, que me ha hecho pensar que el día aún podía ser perfecto; pero alguien o algo parece empeñado en fastidiarme, porque una terrible tormenta ha estallado a menos de diez kilómetros de mi destino. La capota del vehículo se ha atascado, con lo cual ahora conduzco calada hasta los huesos, en medio de la noche, y por si fuera poco, no dejo de escuchar el zumbido del móvil en el asiento del copiloto.
Menos mal que al llegar a la mansión Cardoglia, el mayordomo me espera. En realidad no sé de quien se trata, pero veo una figura alta en la puerta de servicio, y me imagino que así es como deben de ser los mayordomos de una casa como esa.
Al bajar del coche, me observa estupefacto, y por un momento, hasta que le indico que no se quede parado y me ayude a sacar las maletas del coche, se queda parado,mirándome.
Piero
La chica es una inconsciente, una de esas turistas que quieren una experiencia “única”, ¿a quién se le ocurre viajar en un coche descapotable en una tarde como esa? ¿Es que no podía haber parado en algún lugar seguro y llamar a la casa?
Mientras saco sus bolsas de viaje, no puedo evitar fijarme en sus curvas, bien marcadas por el sugerente vestido blanco que lleva.
Como decía, una inconsciente, pero una inconsciente muy deliciosa...
Aba
Mientras lo sigo al interior de la casa, por donde circula muy veloz y sin prestarme apenas atención, me fijo en su espalda ancha y fuerte que se marca bajo la camisa. En mi mente su espalda está tan bronceada como su rostro, que contrasta visiblemente con el cabello rubio que corona su cabeza.
Esa espalda ancha, de brazos poderosos, desemboca en una cadera estrecha, y más abajo... prefiero, no mirar más abajo, porque el pantalón de traje gris perla marca un trasero increíblemente duro y perfecto.
La verdad es que estoy aquí para trabajar, pero supongo que no hay penalización por observar lascivamente a los trabajadores de la casa.
Un vez llegamos a la que va a ser mi habitación, me deja en la puerta y recatadamente me invita a descansar y darme un baño caliente para evitar un resfriado.
Piero
Me encamino hacia mi habitación, cuando me doy cuenta de que no le he ofrecido nada de cena. Pobrecilla, con la cara que tenía, no creo que le apetezca comer nada, pero en cualquier caso, me acerco a la cocina, y compruebo que la eficiente Rosa ha dejado un plato frío correctamente preparado y tapado para la fotógrafa.
Se lo llevo, y cuando me abre, tras varios minutos esperando en la puerta, se me seca la boca, y noto automáticamente la reacción de mi cuerpo. Aba lleva un albornoz, y como ha atado deprisa, deja entrever uno de sus pequeños pechos. Trato de imaginar el pezón que debe de estar a pocos centímetros de la piel que queda a la vista, y me noto endurecer aún más.
Tras varios segundos de silencio, y cuando ella se da cuenta de que tengo los ojos fijos en sus pechos; le entrego el plato, y me voy con una tosca despedida.
Piero
Al día siguiente Bea llega temprano, y lo revoluciona todo; lo que suele hacer siempre, la verdad. Cuando entro en el comedor, veo su maleta de mano en medio, las llaves con el llamativo llavero de peluche rosa sobre la mesa del desayuno, su chaqueta sobre el sillón... y dejo de mirar para no ver el desastre que ha montado en casa.
- Hermanito, no pongas los ojos en blanco, y dame un abrazo, que debería darte vergüenza no saludar adecuadamente a tu hermana preferida.
- Beatrice, tú no puedes ser mi hermana preferida... asúmelo, eres un desastre.
Ella sabe que bromeo, y se acerca y me echa los brazos a cuello, y me bombardea con cientos de preguntas que no me da tiempo a procesar.
- ¿Qué tal está Aba? ¿Le comentaste nuestra idea? ¿Le parece posible llevarla a cabo antes del verano? ¿Han llegado ya las nuevas botellas que vamos a usar esta temporada?
- A ver, terremoto Bea, para un poco. En primer lugar, creo haber escuchado, “nuestro proyecto”, querrás decir, “tu proyecto”, porque ya sabes que no creo que sea posible llevarlo a cabo.
Y ese es el momento que escoge Aba para entrar en el comedor, y mirar la escena con ojos de cervatillo lo asustado.
La miro de refilón, y me preocupa que hoy me parezca mucho más deseable que anoche. Ahora, con el pelo castaño recogido en una cola de cabello, y sus enormes ojos mirándome asustados, la encuentro aún más deliciosa.
Aba
No sé que a que reaccionar primero, si al hecho de que Piero no sea el mayordomo, sino el dueño de esa enorme mansión, y mi empleador; o el hecho de haber escuchado que no confía en absoluto en que el proyecto fotográfico pueda daesarrollarse con éxito.
¿Debería disculparme por haberle pedido que me ayudara a cargar las maletas? ¿Debería aclararle que no puedo permitirme perder el tiempo porque de los ingresos de ese proyecto depende que pueda pagar el alquiler el resto del año?
Al final Bea decide por mi, e interrumpe el ciclón de pensamientos que me asola.
- Aba, no hagas caso de mi testarudo hermano, pronto se dará cuenta de que el libro de fotografías del viñedo será todo un éxito entre los visitantes. De hecho, en estos días, he pensado que quizá podamos utilizar parte de las fotografías para hacer postales que los turistas puedan m****r a sus hogares. Pero bueno, dejemos los negocios por ahora ¿Qué te parece Villa Cardoglia?
- Bueno, yo, no sé, no he visto mucho, pero parece que hay potencial.
- ¡Oh, Piero! No te creo, ¿No le has enseñado la casa, el jardín y el viñedo? Pensé que te encargarías de darle la bienvenida.
- Bea- interrumpo yo- apenas llevo aquí diez horas, mi vuelo llegó con mucho retraso.
- Entonces, vamos a descubrir cada rincón, tengo ganas de que empieces a fotografiar, porque estoy segura de que me mostrarás mi hogar desde tu particular óptica.
Y así transcurre el resto de la mañana, con un paseo en el que Bea me enseña cada lugar de aquella inmensa propiedad, añadiendo detalles y anécdotas a cada momento. Me siento abrumada y cansada, y al volver a mi habitación, al caer el sol, estoy muy hambrienta, pues me doy cuenta de que no hemos parado al mediodía, pero decido ducharme y vestirme un poco mejor de lo que lo he hecho esta mañana cuando me he puesto unos vaqueros sucios, y un top arrugado, que estaba aplastado por las horas que llevaba guardado en la maleta.
EpílogoYa llevamos seis meses en casa, y aunque algunas de las magulladuras aún me duelen, y necesito hacer sesiones de fisioterapia para no sentir dolor al doblar el cuello, me siento completamente feliz. Marco está creciendo tan rápido que me da miedo despertarme un día y que se haya convertido en un hombrecito. Y aunque las primeras semanas de convalecencia fueron duras, gracias a la ayuda de la señora Cardoglia,lo estoy llevando todo mejor.La señora Cardoglia, la madre de Piero, se presentó un buen día en casa, cuando sabía que Piero estaba trabajando, y me suplicó que la dejara entrar, y ver a su nieto.Yo la llevé con Marco, y me mantuve a una distancia prudente, porque no sabía que decir, pero ella fue la que decidió romper el hielo, y pedirme disculpas por todo el daño hecho, y preguntarme si necesitaba ayuda con el niño. Yo le
Aba Me despierto con dolor de cabeza, y trato de enfocar la vista, aunque noto que me cuesta mucho hacerlo. Me noto dolorida, y con poca movilidad, y de repente, aterrada, descubro que mi vientre ha desaparecido, y trato de palparme el abdomen, en el lugar en el que supuestamente debería estar creciendo mi hijo, ahora hay solo un vacío inmenso. - ¿Hola?.- me escucho decir con una voz pastosa y ronca que casi no se parece a mi tono original. Al instante detecto un movimiento, y la cara de Piero se coloca justo enfrente de la mia. - Aba, no puedo creerlo, no puedo creerlo, estás bien, has despertado. - Agua, por favor.- gimoteo yo con una voz, que más parece un graznido que una voz. Él me acerca un vaso con una pajita de un color rosa intenso, y bebo un sorbito, aunque me cuesta mucho tragar el poco agua que he ingerido. - Aba, ¿cómo te sientes? - Fatal, ¿dónde estoy
Nina- Si es así, habla, por favor.-dice Piero con un tono un tanto desesperado en su voz.- Tu testimonio puede ayudarnos a desentrañar este problema.- Nina colocó su pie delante de los de Aba, yo la vi. Y cuando la pobre tropezó, no intentó en ningún momento ayudarla a recuperar el equilibrio, sino que la dejó rodar.- ¡Serás bastarda! Tú no pudiste ver nada, no estabas en tu mesa, hablas de ese modo porque me odias, y deseas a Piero para ti.- No negaré que eres una persona desagradable, y que a nadie en empresas Cardoglia le gustas; pero no mentiría sobre algo tan grave de no estar segura. Lo vi todo, pero tú no me viste, porque mi sitio está medio oculto, y si no te fijas muy bien, no se ve a la persona sentada en la mesa.Miro a Piero con mi caramás inocente, pero él no se ablanda. Me giro entonces hacia la señor
PieroEscucho la voz de Nina antes de que mi secretaria la anuncie, y siento como un nudo se instala en mi garganta y amenaza con estrangularme si no hago algo pronto. Así que salgo yo mismo a recibirla, y la encuentro a pocos metros, tan deslumbrante como siempre, pero con una indescifrable expresión en el rostro.- Acompáñame al despacho, por favor, Nina.- ¿Queréis que os sirva algo? ¿Café? ¿Té?.- Agrga rápidamente mi eficiente secretaria.- No, todo está bien, tranquila, continúe con sus tareas.- le digo yo.Cuando al fin cierro la puerta tras de Nina, me acerco al mueble bar, y sirvo dos copas generosas de bourbon, a ella le gusta, y a mi, me vendrá bien.- ¿Vas a explicarme ya qué ocurre, Piero?Me dice en cuanto dejo su vaso sobre la mesa.- Es comp
PieroEscucho mi nombre y levanto automáticamente la cabeza a ver quien me está llamando. Veo a una enfermera con una libreta y un bolígrafo, situada justo en la puerta por la que se han llevado a Aba, y me dirijo hacia donde se encuentra:- ¿Piero Cardoglia?.- pregunta con voz mecánica.- Si, soy yo, ¿cómo está Aba?- Señor, yo no dispongo de información acerca de los pacientes, he venido a buscarlo porque uno de los doctores me lo ha pedido.Me conduce a lo largo de interminables pasillos llenos de azulejos, pasamos decenas de puertas, y finalmente, la enfermera se detiene frente a una de esas puertas, llama a la puerta con un par de toques, y abre la manilla.En el interior está Aba, tendida en una cama, con suero conectado, despeinada y con aspecto cansado. A su lado un doctor que dice ser el ginecólogo de urgencias.- Doctor, ¿
NinaAcabamos de aterrizar en Milán, y al fin decido encender de nuevo mi móvil y volver a la vida real. El retiro ha estado genial, de hecho, he conseguido perder casi dos kilos, y vuelvo con la piel más tersa que una adolescente. Pero ahora es el momento de enfrentarse de nuevo a la realidad, y estoy deseando hacerlo, porque solo faltan dos semanas para mi increíble boda con Piero Cardoglia.Mi vestido de novia, una creación de cuento de hadas, está ya esperándome en mi habitación de mi casa familiar; mis damas de honor están aún más emocionadas que yo, y no dejan de hablar de todos los planes que haremos hasta el día de la boda;y nuestra idílica luna de miel en Nueva York, está ya confirmada.Al poner el pin en el teléfono, comienzan a parecer cientos de notificaciones, y veo como la pantalla se satura con múltiples pantallas emergente
Último capítulo