capitulo 91

El aire en la cabaña se volvió más denso con cada minuto que pasaba.

El olor a humedad, a madera vieja y a metal oxidado, llenaba los pulmones de Lautaro, mezclándose con el sabor metálico de la sangre en su boca. Tenía la cabeza baja, los brazos atados con una soga gruesa que ya le había marcado la piel. Cada movimiento era un recordatorio del dolor, pero también una pequeña prueba: cuánto podía resistir antes de romperse.

La Rusa caminaba en círculos a su alrededor, lenta, casi con gracia.

Su voz se deslizó en el aire, suave, como un veneno que se filtra sin que uno lo note.

—¿Sabés qué es lo más curioso, Lautaro? —dijo, inclinándose hacia él, rozándole el cabello con los dedos—. Que en el fondo, todo esto podría haberse evitado. Si hubieras hecho caso, si hubieras aceptado que no podés ganarle al miedo.

Lautaro apretó la mandíbula. No respondió. Sentía que si hablaba, le daría poder.

—¿Querés saber algo más? —continuó ella, susurrándole cerca del oído—. Yo sé lo que te quiebra. No
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