ALFA RHYDAN
El fuego crepitaba en la chimenea cuando el sol empezó a esconderse detrás de las montañas.
La cabaña olía a carne asada, pan caliente y romero.
No soy chef, ni pretendo serlo, pero esta vez quería que todo saliera perfecto.
Mila merecía eso y mucho más.
Después de años de batallas, sangre y noches vacías, al fin tenía una razón para encender el fuego por algo más que el frío.
Kyros estaba inquieto dentro de mí, caminando de un lado a otro; su energía vibraba.
«¿Crees que vendrá?»
—Vendrá —le respondí con seguridad.
«Lo sé… solo me gusta oírlo.»
Sonreí. Mi lobo era tan terco como yo.
Cuando escuché los pasos acercarse por el sendero, mi pecho se expandió.
Abrí la puerta antes de que pudiera golpear.
Y ahí estaba ella.
Mila.
Con su capa azul oscuro, las mejillas sonrojadas por el aire frío, los ojos brillando bajo la luz de la luna.
Tan hermosa que el mundo pareció detenerse un segundo.
—Ven, entra —le dije, apartándome para dejarla pasar—. Te estaba esperando.
Ella miró el