ALFA RHYDAN
La llamada fue corta.
—Padre… tengo que decirte algo —le había dicho, con la voz más firme de lo que sentía.
Del otro lado, el silencio se hizo eterno. Podía escuchar su respiración contenida.
—Habla, hijo, ¿Está todo bien allá?
Tragué saliva.
—Sí, pero debes saber algo, el rey Kearan está vivo.
Otro silencio, más pesado.
—¿Qué dijiste?
—Kaelan lo tiene prisionero desde que terminó la guerra. Nadie en la manada lo sabe. Él quiere que seas tú quien cobre tu venganza.
No hubo gritos. No hubo sorpresa fingida. Solo una voz profunda, dolida, que tembló en el oído.
—Voy para allá.
A la mañana siguiente, un rugido de motor rompió el silencio del patio central.
Dos vehículos negros avanzaron por el camino de piedra hasta detenerse frente a la fortaleza.
Kaelan y yo estábamos esperándolos. Mila estaba a mi lado, su mano apretando la mía; podía sentir su pulso rápido, el aire vibrante de un día que marcaría otro final.
La puerta del primer auto se abrió.
De él descendi