El Tribunal Superior estaba lleno hasta el último asiento.
La atmósfera era densa, casi irrespirable.
Las bancas de madera crujían bajo el peso de víctimas, familiares, periodistas y curiosos que habían seguido el juicio desde el primer día. Afuera, las cámaras de televisión transmitían en vivo cada instante, mientras un enjambre de fotógrafos esperaba el momento de capturar las reacciones de los protagonistas.
Thiago avanzó por el pasillo central con paso firme. La ausencia de Valeria a su lado pesaba como un vacío silencioso, pero sabía que ella lo estaba siguiendo a distancia desde Suiza.
El agente Andújar lo acompañaba, sin corbata, con esa actitud de cazador que siempre mantenía alerta a los demás.
En la primera fila, varias madres de las víctimas lo saludaron con una leve inclinación de cabeza. Sus ojos decían todo: No nos falles.
A las diez en punto, las puertas laterales se abrieron y Luciana McNeil hizo su entrada.
Impecable.
Cabello recogido en un moño perfecto, traje gris p