El silencio del despacho era denso, como si las paredes supieran lo que iba a decirse. Thiago Moretti estaba de pie, junto al ventanal del hospital, observando Madrid desde el piso catorce con las manos cruzadas detrás de la espalda. Había algo en su postura que decía más que sus palabras: rigidez contenida, rabia enterrada, agotamiento emocional.—¿Qué necesitas saber exactamente, doctora Ríos? —preguntó sin mirarla.Valeria, de pie al otro lado del escritorio, no se amilanó. Llevaba una carpeta con el historial médico de Clara en una mano y un café frío en la otra. Su voz fue directa, sin adornos.—Lo que no está en el expediente.Thiago se giró. Tenía las ojeras marcadas, la camisa arrugada, y el tipo de mirada que se obtiene cuando uno ha dormido más con los ojos abiertos que cerrados. Se quedó en silencio unos segundos, evaluándola, como si midiera hasta qué punto podía confiar.—Camila y yo nos conocimos en la universidad. Era todo lo que yo no: paciente, dulce, suave… —una sonr
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