Los días pasaban, y los entrenamientos con Madeleine me provocaban un sinfín de emociones. Me resultaba prácticamente imposible tenerla tan cerca y no poder cumplir con todas las fantasías que mis instintos me exigían.
Ragnar estaba cada vez más impaciente, y me costaba trabajo mantenerlo bajo control. Ella era tan sensual… pero, a la vez, tan inocente, que me perturbaba de una manera abrumadora. Su rostro era una tentación constante, y su presencia, una prueba diaria de resistencia. El destino me estaba dando la oportunidad de tener a mi primer amor de vuelta, y no pensaba desaprovecharla.
Sabía perfectamente que se trataba de otra mujer… pero aun así, ella era mi creación, y los sentimientos que empezaban a surgir dentro de mí crecían de formas que jamás imaginé.
Esa mañana, Madeleine llegó tan puntual como siempre. Se veía hermosa con esa ropa de entrenamiento. El conjunto se ajustaba a su cuerpo a la perfección, y su cabello recogido en una trenza dejaba al descubierto su rostro d