Las escenas de la noche anterior en mi habitación se repetían en mi mente una y otra vez. No había podido dormir debido a la sensación de sus labios sobre los míos. Enzo despertaba en mí cosas que yo me negaba a admitir, pero por supuesto que para Mira no pasaban desapercibidas. Ella y yo éramos una sola, y por lo tanto, no tardó en hacerse presente.
—Te morías porque te marcara —dijo con su tono de siempre, ese que parecía burlarse de todo lo que me esforzaba por negar.
—Eres una fresca, ya basta, Mira.
—No puedes culparme por decir la verdad. Solo que él es demasiado caballeroso y terminó por controlarse. Pero tú hubieras deseado que no lo hiciera, ¿verdad?
—Basta. Deja de decir esas cosas. Él y yo solo tenemos un acuerdo.
—Pues no lo parecía cuando se estaban besando. O más bien, cuando prácticamente se estaban devorando.
—Eres demasiado molesta, ¿sabes? Deberías tener un interruptor para apagarte.
—Para tu mala suerte no lo tengo, querida. Así que tendrás que soportarme. Pero no t