88. Quiebra
Medea abrió lentamente los ojos, desorientada, y lo primero que vio fue el techo blanco de la sala donde estaba internada. Reconoció la voz de Kaien hablando con el doctor Samuel en el pasillo y, con esfuerzo, se incorporó. Ya no tenía las vías conectadas a sus brazos, aunque los sentía adormecidos; en cada lado quedaban dos pequeños parches blancos.
En ese momento su esposo entró en la sala. Al verla despierta, sonrió y se acercó para besarle la frente.
—¿Cómo te sientes? —preguntó con ternura.
—Un poco mareada —respondió débilmente—. Me duele la cabeza.
—Es normal —la tranquilizó, acariciándole el cabello—. Samuel dijo que tendrías algunos síntomas, pero lo hiciste muy bien. Ya están preparando el trasplante para Nayla.
—¿Podemos verla? —preguntó en un hilo de voz.
—No, amor, no es posible. La trasladaron a una sala aislada. Tenemos que esperar. Tú debes ir a casa a descansar.
—¿Y cuánto durará?
—Unas dos a cuatro horas, según Samuel. No te preocupes, estará bien y no sufrirá.
Medea