89. Noche para dos
Después de haber descansado casi todo el día, Medea se incorporó de la cama con nuevas energías. Al notar la ausencia de Kaien, se calzó las pantuflas de algodón y salió en su búsqueda.
El mareo había disminuido, aunque todavía sentía cierta pesadez en el cuerpo y un cansancio persistente en sus articulaciones.
Una sonrisa luminosa se dibujó en su rostro al encontrar a su marido en la cocina. Llevaba un delantal, pero debajo solo vestía unos pantalones negros de chándal.
Se mordió el labio inferior ante aquella vista reservada únicamente para ella. Parecía que la casa la tenían para ellos solos.
—¿Qué haces? —preguntó con suavidad, logrando que él se girara de inmediato.
—Me asustaste —rio, quitándose los guantes de plástico que usaba para adobar una ensalada—. Estoy preparando la cena.
—¿Para mí? —Medea se acercó sorprendida—. ¿De verdad sabes cocinar?
—Claro que sí. Pensaba invitarte a un restaurante, pero preferí quedarnos aquí, para que te sintieras más cómoda —respondió con una