ADELINNE DE FILIPPI
Tenía todas las carpetas abiertas frente a mí. Angel Corp, sus últimos movimientos, sus licitaciones, sus alianzas más recientes. Las cifras bailaban entre mis ojos como si ya supieran el final de su historia. Porque lo sabía: hoy, ese imperio de arrogancia iba a caer.
Una sonrisa se me escapó, lenta, deliciosa.
—¿Quieres jugar sucio, Matteo? Vas a ver cómo jugamos los De Filippi.
Tomé el celular y marqué el número de mi primo.
—Asher, hola, necesito tu ayuda —dije sin rodeos.
—Prima, lo que necesites.
—¿Quieres proyectos nuevos en Milán?
—Por supuesto.
—Te enviaré algunos en los que Angel Corp estaba a punto de cerrar trato. Necesito que los tomes tú. Que te los quedes.
—Lo que digas, prima. Me encanta verte en modo guerra.
—Nos vemos pronto.
Colgué sin más. No tenía tiempo para explicaciones ni cariños. Solo venganza.
Segundo llamado. Moira.
—Hola tía.
—Mi niña, dime.
—Necesito que termines todas tus colaboraciones con Angel Corp y las traslades al grupo Wilson,