ANNELISSE DE FILIPPI
París. A veces pensaba que solo el nombre bastaba para hacer latir más rápido el corazón. Pero ahora que lo vivía con Silvano, entendía que París no era solo una ciudad: era una emoción. Una historia que se escribe con cada paso.
Habíamos llegado la noche anterior y Silvano pidió la misma suite que estuvimos la vez anterior, donde fui su mujer por primera vez, flores, velas, musica, todo estaba hermoso, dormimos juntos, bueno, en alguna parte de la noche dormimos, y habíamos empezado el día con un desayuno en la cama.
Silvano estaba lejos de ser el frío asistente de mi hermana, ahora era un dulce y cariñoso novio que hacía todo para consentirme, y eso me hacía estar perdidamente enamorada de él.
El día había sido perfecto desde el principio. Silvano me había despertado con un suave “bonjour, mon ange” y una bandeja de desayuno que incluía croissants tibios, fresas con crema y café con leche. Yo no podía dejar de sonreír. Había una ternura natural en él, algo que