NOAH
Las calles estaban tranquilas. Demasiado.
La ciudad parecía ajena al huracán que tenía dentro.
Caminaba sin prisa, pero con el corazón agitado. Cada paso me alejaba de ella, y aún así, sentía que la llevaba pegada en la piel. Su perfume seguía en mi camisa. Sus dedos seguían enredados en mi memoria. Y sus ojos…
Esos malditos ojos grises.
Cansados de fingir que no dolía.
Llenos de orgullo.
Llenos de amor.
Amor por mí.
Me pasé una mano por el cabello, frustrado. Maldito sea todo. ¿Por qué no lo vi antes? ¿Por qué tuve que darme cuenta justo después de hacer lo que juré no hacer nunca más? ¿Por qué fuí debil?, debí mantenerme firme y no caer en sus provocaciones
Crucé la calle sin mirar. Me importaba una MlERDA el tráfico. No sentía nada en las piernas, solo un hueco. Un vacío.
Llegué al edificio. El portero me saludó, pero no respondí. Solo asentí con la cabeza, como un robot. Subí en el ascensor mirando mi reflejo en las puertas metálicas. Parecía agotado. O tal vez solo culpable.