KATHERINE DE FILIPPI
La sorpresa de mis hijos me hizo llorar, no había día que no recordara a mi bebé peludo, el dolor de perderlo fue tanto que me negué por mucho tiempo a volver a tener un cachorro, pero ahora tenía a esta versión miniatura de mi Shadow en los brazos, con ese olorcito a cachorro entre leche y croquetas.
Lo abracé y mi adorado tormento no demoró en acercarse.
—Hola, pulgoso —murmuró, grave.
El perrito le ladró sin miedo y le mordisqueó el dedo, juguetón. Bastien chasqueó la lengua, conteniendo una sonrisa.
—Vaya… igual de insoportable que el original. Escucha, pulgoso: Kate es mía. Tu antecesor no pudo quitármela y tú tampoco podrás.
—¡Wof! —respondió el cachorro, como si entendiera, y acto seguido me plantó una lenguazo en la mejilla haciéndome reír.
—Igual —susurré—. Es igual… la reencarnación de Shadow.
Bastien “peleaba” por un espacio mientras intentaba rodearme con los brazos sin aplastar al nuevo integrante.
—A ver, socio —refunfuñó, empujando con el hombro al