JOSH MEDICCI
El aeropuerto privado siempre huele igual: una mezcla rara de café, combustible y limpieza excesiva. Nunca me gustó esperar, pero esa tarde no me importaba. Tenía a Marie conmigo. Y ella hacía que cualquier sitio, incluso el más frío, se sintiera como hogar.
Estaba nerviosa. Se notaba en la manera en que jugaba con el tirante de su bolso y en la sonrisa que intentaba disimular. Desde que fué su fiesta de graduación y decidí quedarme en América, no podía dejar de mirar a mi pequeña tormenta, la veía diferente. Más tranquila, como si de pronto supiera que no iba a desaparecer de su vida.
—Todavía no me creo que te quedaste —dijo de pronto, con esa voz suave que siempre logra que me olvide de todo.
Me encogí de hombros, fingiendo indiferencia, aunque por dentro me derretía.
—¿Y dejarte sola? Ni loco. Además… tenía que estar aquí para recibir a todos, cuando me dijeron que todos se venían a América, decidí quedarme así pasaba mas tiempo con la mujer que amo.
Ella me miró con