LÍDER DE SERAPHIM
La sala estaba en penumbra, como siempre.
Tres pantallas proyectaban las cámaras del jardín de la mansión Moretti.
Y allí estaba… esa imagen que llevaba días observando.
El rincón con el seto, la mesa, las luces tenues. La rutina de siempre. Conversaciones casuales. Movimientos previsibles. Todo bajo control. Aunque me llamaba la atención, había enviado a mi infiltrado a revisar esa carpeta de mi organización que esos malditos habían logrado conseguir, pero no podía comunicarme, su rastreador seguía brillando en la mansión, pero no habia sabido nada de él.
Hasta hoy.
—Se conectaron hace unos minutos —dijo uno de mis técnicos—. Pero… algo es raro.
Fruncí el ceño.
—¿Raro cómo?
—La cámara se fueron a negro… algo está pasando. Mire.
En la pantalla central, se pusieron negras, perdimos la imagen por unos minutos, luego apareció una escena distinta.
Lucien Moretti, de pie, al centro del encuadre. A su lado, Silvano de Santis, con las manos cruzadas detrás de la espalda. Am