JOSH MEDICCI
11:00 A.M.
Centro comercial. Zona segura. Demasiado segura.
Mis botas resonaban contra el mármol pulido mientras caminaba detrás del enjambre de chicas que reían, chillaban y discutían sobre colores de esmalte como si estuvieran negociando tratados de paz internacionales.
—¿Sabes qué me molesta de esto? —murmuré, sin esperar respuesta—. Todo.
Pero no estaba ahí para disfrutarlo.
No me pagaban por tener buen humor.
Me pagaban por mantenerlas con vida.
Y hoy, eso significaba una cosa: alejarlas del infierno.
A las 12 PM, Lucien y Silvano ejecutarían una limpieza. Yo fui uno de los primeros en enterarme. Estuve ahí. golpeando al traidor, ese amigo cobarde de Michelle, siento que no dijo toda la verdad, estoy seguro que Michelle esconde algo más que un plan para escalar en la empresa de Lucien a costa de Marie.
Nos habían pedido sacar a las chicas de la casa, me alejaron de la acción y ahora estoy aquí. Rodeado de bolsos, perfume y risas agudas.
—¿Medicci, estás bien? —pregu