NOAH ALBERTI
La vi salir por el pasillo, arreglada, con esa elegancia natural que siempre me dejaba sin palabras. El roce suave de su vestido al caminar, la forma en que su cabello caía como un manto oscuro, y esa mirada decidida que aún escondía algo de cansancio.
Salí del despacho y la llamé con la voz firme, pero cargada de preocupación.
—Kiara, ¿a dónde vas?
Ella me miró, con esa mezcla de sorpresa y desafío que solo ella sabe poner.
—Voy de compras —respondió sin titubeos.
Me crucé de brazos, intentando mantener la calma.
— Voy contigo
—No, no es necesario.
Su ceño se frunció, y en su mirada noté que esperaba que me rinda.
Pero yo no iba a ceder tan fácil.
—Sí que es necesario. Silvano me dejó a tu cargo, y anoche ardías en fiebre. No voy a dejar que salgas sola, ¿entendido?
Por un segundo, sus labios, ese gesto que siempre me decía que yo había ganado a pesar de su terquedad.
—Está bien —murmuró, dándome un pequeño regaño con la mirada, pero aceptando—. Vamos
Sentí una mezcla de