LUCIEN MORETTI
El eco de mis zapatos retumbaba en el pasillo. El silencio de Silvano era pesado, casi incómodo, pero sabía que en cualquier momento hablaría. Él siempre ha sido así: callado, pero cuando abre la boca te lanza verdades que pesan más que un disparo.
—Has estado callado… —murmuré, sin mirarlo.
Silvano me sostuvo la mirada de reojo, con esa calma que me incomoda más que un grito.
—No veo que esté mintiendo, Lucien. —Hizo una pausa, aspirando profundo—. Todos sabemos que en algún momento quisimos salirnos de esta MlERDA. Pero no pudimos. Solo lo reacomodamos para no ser monstruos sangrientos. Tuvimos suerte.
Lo observé, con la mandíbula tensa. Él siguió:
—Tú tuviste un padre y un tío que te apoyaron. Yo tuve la libertad de elegir cuando mi padre murió. Pero dime… ¿qué hubiera pasado si hubiéramos tenido un padre como Santori?
La pregunta me atravesó como una bala. Silvano bajó la voz, más grave aún.
—Eso me hace pensar, Lucien… ¿qué pasará si los matamos? ¿Seremos mejores q