ANNELISSE DE FILIPPI
—¿Ya estás en casa, cielo? —La voz de mamá cruzó la pantalla mientras me acomodaba entre las mantas del sofá. La videollamada nocturna era ya un ritual, pero esta vez… me costaba mirarla a los ojos.
—Sí, todo bien. Bueno… casi todo bien.
Mamá ladeó la cabeza, ese gesto suave que usaba desde que yo era una niña y no lograba mentirle. Había pasado los días más hermosos al lado de Silvano, y pronto iríamos a Paris a conocer el Louvre y eso me tenía más que feliz.
—¿Qué pasa, amor? ¿Discutiste con Addy?
—No, nada que ver con Addy. Con ella nos llevamos bien. Es… es otra cosa. Pero necesito que no me juzgues, ¿sí?
—Anny... ya me estás asustando.
Respiré hondo. Mis dedos jugueteaban con el borde de una almohada, como si ese pedazo de tela pudiera sostenerme.
—Mamá… creo que me enamoré.
El silencio cruzó la pantalla por unos segundos.
—¿Y eso es malo? —preguntó finalmente con una media sonrisa.
—No sé si es malo, pero es complicado.
—¿Quién es?
La miré a los ojos a travé