ANNELISSE DE FILIPPI
Sus labios tocaron los míos y el mundo dejó de girar.
No escuché más el zumbido del edificio. No sentí la brisa de la escalera ni el ardor en mis piernas al bajarlas corriendo. Solo sus labios. Solo su aliento contra el mío. Solo ese beso… crudo, desesperado, tan lleno de todo lo que nunca se dijo.
Silvano me estaba besando otra vez.
¿Esto era real?
Sus manos firmes sujetaban mi rostro como si pudiera romperme, pero sus labios decían otra cosa. Decían que ya no podía contenerse. Que me deseaba. Que me necesitaba. Que había una parte de él, enterrada bajo capas de control y distancia, que se estaba rompiendo para salir.
Y yo… me rompí con él.
Respondí.
Claro que respondí. Mi cuerpo se movió antes que mi mente. Mis dedos buscaron su cuello, se enredaron en su cabello, y mis labios siguieron el ritmo de los suyos como si siempre lo hubieran conocido.
Era el beso que soñé mil veces.
El beso que imaginé cada vez que lo vi pasar por el pasillo de la oficina sin mirarme.