ANNELISSE DE FILIPPI
No tenía sueño.
Me giré en la cama por décima vez. Paolo había pasado por la casa más temprano, pero no lo vi. Supuse que tenía algún trabajo con Lucien…
Bajé a la cocina por un poco de leche o algo que me ayudara a dormir y en eso escuché su voz.
—¿Fue grave? —preguntó Lucien.
—No, la bala no entró, pero el corte fue profundo. Silvano tuvo suerte. La bala solo lo rozó.
No escuché más.
Mi corazón se detuvo.
¿Silvano? ¿Herido? ¿Una bala?
No pensé. No pregunté. Solo me vestí con lo primero que encontré, tomé mi chaqueta y salí corriendo. Las calles de Milán estaban vacías a esa hora, pero mi mente era un torbellino. ¿Qué hacía Silvano en un lugar donde le disparaban? ¡Él era solo un asistente!
¿Verdad?
¿Verdad…?
El taxi paró fuera de su edificio y subí las escaleras sin aliento. Toqué la puerta. Golpeé. Y cuando se abrió, ahí estaba.
Silvano.
Con una venda mal hecha en el hombro, ojeras profundas y el asombro pintado en cada milímetro de su rostro.
—¿Anny?
No respon