NOAH ALBERTI
Aeropuerto internacional de Milán.
2:47 a. m.
Odio los aeropuertos.
Los odio más cuando me obligan a venir en plena madrugada, con café frío, sueño acumulado y la dulce compañía de mis pensamientos homicidas.
—"Noah, ve tú, tú eres más… sociable" —dijo Lucien.
Mentira.
Soy todo menos sociable sobre todo cuando me sacan de la cama donde estaba abrazado a Kiara. Pero claro, ¿a quién más iban a mandar a recibir a los hackers más temidos del mundo? A mí. Porque, aparentemente, no tengo nada mejor que hacer que dar la bienvenida a dos leyendas del submundo digital como si fuera un guía turístico.
Me estacioné frente a la salida de vuelos privados. Sí, porque por supuesto, ellos no viajan en clase turista. ShadowFox y Rosa Negra no pasan por migración. Ellos hackean migración.
Miré mi teléfono.
Mensaje de Joel:
“Llegan en 4 minutos. Ten paciencia.”
Ten paciencia.
Ajá.
Como si pudiera tenerla sabiendo que Rosa Negra me había humillado en al menos tres foros de seguridad informát