LUCIEN
Cerré la puerta.
Y me quedé ahí, con la frente apoyada contra la madera, como si eso pudiera enfriar el incendio que ella había dejado en mí.
Respiré hondo.
Una. Dos veces.
Pero su aroma seguía en mi piel. En mi ropa. En mi maldita alma.
Addy...
La manera en que me miró.
La forma en que sus labios me buscaron.
La urgencia en sus manos, su cuerpo temblando contra el mío…
Me hizo perder el control.
Y Dios sabe lo cerca que estuve de no detenerme.
Pasé una mano por mi rostro, intentando calmarme. No funcionó.
Mi camisa seguía abierta, su perfume se había quedado prendido de mí.
Mi cuerpo pedía más.
Mi mente la imaginaba debajo de mí, susurrando mi nombre, entregándose sin miedo.
Me dejé caer en la cama, con los ojos cerrados.
Y por un segundo, odié haber dicho que no.
Pero también sabía… que si cruzábamos esa línea esta noche, con nuestras familias a metros de distancia, entre susurros y miedo a ser descubiertos… no sería justo.
No para ella.
Porque Addy no merece el borde de la l