En el día que se suponía sería el momento más hermoso de su vida, Ruby Wilson presenció cómo su sueño de boda se hacía añicos. Encontró a su futuro esposo, Edward Scarlett, besándose con Emilia, su propia hermanastra. Esa traición convirtió a Ruby en objeto de burla. Edward la acusó de no poder vivir sin él, mientras que Emilia, con crueldad, la llamó estéril e indigna de ser amada. Sin embargo, Ruby eligió luchar. Abandonó el altar, corrió sin rumbo, hasta chocar con un hombre desconocido. En medio de la desesperación, Ruby tomó una decisión loca: pedirle a ese hombre que se casara con ella ese mismo día, a cambio de cincuenta millones al mes por fingir ser su esposo.
Leer más«No puedo creer esto…» susurró Ruby con la voz entrecortada, sus manos temblando mientras apretaban el pomo de la puerta.
El estruendo de la música de la fiesta se escuchaba débil desde el salón principal, pero detrás de la puerta de la sala de espera, los jadeos y susurros cargados de pasión le atravesaban los oídos. Ruby contuvo la respiración. Con cuidado empujó la puerta, una rendija se abrió y allí lo vio: Edward Scarlett, el hombre que en pocos minutos debía pronunciar votos sagrados con ella, besando a Emilia, su propia hermanastra. «Edward…» La voz de Ruby se rompió, apenas audible, pero suficiente para que ambos se sobresaltaran. Edward se apartó de inmediato, su rostro pálido, mientras Emilia, con las mejillas encendidas, sólo cubría sus labios aún húmedos con el dorso de la mano. «¿R–Ruby?» balbuceó Edward, tratando de ocultar su nerviosismo. «Esto… no es lo que piensas.» Ruby entró, su vestido blanco arrastrándose sobre el mármol, los ojos llenos de lágrimas pero brillando de ira. «¿No es lo que pienso? ¡Lo he visto con mis propios ojos! ¡Estás besando a mi hermana, Edward!» Emilia esbozó una sonrisa delgada y cínica; lejos de mostrar culpa, dijo: «Cálmate, hermana. No armes un escándalo en tu gran día. Si los invitados se enteran, ¿qué dirán?» La bofetada resonó en la mejilla de Emilia, dura y sin titubeos. «¡Traidora!» gritó Ruby, su pecho subiendo y bajando con rabia contenida. Edward se apresuró a sujetarla. «¡Basta, Ruby! ¡No puedes volverte loca así!» Ruby le miró con lágrimas corriendo por su rostro. «¿Yo estoy loca? ¿Yo soy la pecadora por creer en ti, Edward? ¡Cuando eres tú quien me traiciona justo en nuestro día de boda!» Edward suspiró hondo, su rostro volviendo a la calma, como si todo aquello fuera un simple malentendido. «Ruby, escúchame. Sí quiero a Emilia… pero eso no significa que no te ame a ti.» «¡Basta!» Ruby sacudió la cabeza con fuerza. «¡No vuelvas a engañarme con esas palabras dulces!» Emilia rió por lo bajo, mirándola con desprecio. «Hermana Ruby… sinceramente deberías agradecer que Edward aún quiera casarse contigo. Todos saben que eres estéril. ¿Qué hombre en su sano juicio querría casarse con una mujer que no puede darle hijos?» Esas palabras golpearon a Ruby como un martillo. Todo su cuerpo se sintió débil, pero su lengua se negó a guardar silencio. «Prefiero quedarme sola toda la vida antes que vivir con un traidor y con una hermana que apuñala por la espalda.» Edward soltó un suspiro frustrado. «Ruby, piensa en la reputación de tu familia. Si cancelas esta boda, todos se reirán de ti. ¿Podrás soportar esa vergüenza?» Ruby le miró con los ojos empañados. «¿Acaso no estoy sufriendo ya? Ya me han humillado bastante ustedes dos.» La puerta se abrió y algunos invitados curiosos, alertados por la discusión, se asomaron. Murmullos empezaron a escucharse. «Es Ruby…» «¿Qué está pasando?» «Parece que discute con Edward…» «Mira, también está Emilia…» Emilia fingió llorar, agarrando el brazo de Edward. «Hermana Ruby malinterpretó todo… yo… yo no quería…» Edward asintió con dramatismo, como si fuera la víctima. «Dios mío, Ruby, ¿por qué tienes que hacer un escándalo en el día más feliz de tu vida?» Ruby se quedó inmóvil. El mundo parecía girar. Los invitados la miraban raro; algunos susurraban con sonrisas cínicas. «Tiene razón Emilia… Ruby está demasiado obsesionada con Edward.» «Sí, ¿cómo podría dejarlo? Todos saben que Edward es el hombre ideal.» «Si de verdad es estéril, pobre Edward…» Cada murmullo atravesaba el corazón de Ruby. Ella se irguió, mirando a Edward con la última pizca de orgullo que le quedaba. «No me casaré contigo, Edward Scarlett. Nunca seré la esposa de un traidor.» Silencio. Todos quedaron sorprendidos; incluso Emilia abrió los ojos incrédula. «¿Estás loca?» gritó Emilia. «¡Si cancelas esta boda sólo te humillarás! ¡Serás la burla de todos para siempre!» Edward añadió con tono frío: «Y ningún otro hombre te aceptará, Ruby. Ninguno. Piénsalo bien.» Ruby los miró. El dolor era insoportable, pero dentro de ella ardía un fuego nuevo. «En ese caso,» dijo Ruby en un hilo de voz pero clara, «es mejor que me vaya ahora.» Sin esperar respuesta, agarró su vestido y corrió entre los invitados aún atónitos. El destello de las cámaras de los móviles la cegaba, los murmullos se multiplicaban, pero a Ruby no le importaba. Las lágrimas corrían, pero sus pasos eran firmes. Corrió fuera del salón, cruzó el jardín, hasta llegar a la calle. En la esquina, al intentar cruzar, chocó con alguien—con fuerza. «¡Ay!» Ruby cayó al suelo, su vestido blanco manchado de polvo. Un hombre alto, de rostro firme, la miró sorprendido; sus ojos eran intensos pero llenos de desconcierto. «¿Está bien?» preguntó él con voz grave, algo ronca. Ruby lo miró con los ojos aún llenos de lágrimas. Sin darse cuenta, unas palabras temerarias salieron de su boca. «Cásese conmigo.» El hombre se quedó inmóvil, claramente sorprendido. «¿Qué… qué ha dicho?» Ruby le aferró el brazo, su voz temblando pero firme. «Cásese conmigo ahora mismo. Le pagaré cincuenta millones al mes. No me importa quién es usted, mientras acepte ser mi esposo hoy mismo.» El viento de la noche sopló, trayendo un silencio extraño entre ellos. Los ojos del hombre se entrecerraron, sopesando en serio las palabras de Ruby. Luego esbozó una leve sonrisa. «¿Está segura de lo que acaba de decir, señorita?» Ruby le sostuvo la mirada con el último resto de valentía que tenía. «Sí. Estoy muy segura.» El hombre extendió la mano, mirándola con una expresión indescifrable. «En ese caso… ¿está dispuesta a afrontar todas las consecuencias?»“¡Respóndeme, Erick!”La voz de Ruby temblaba, a punto de quebrarse. Su mano aún sostenía el teléfono con aquel mensaje anónimo, sus ojos llenos de duda.Erick no contestó de inmediato. La miró profundamente y luego soltó un largo suspiro. Poco a poco, una sonrisa apareció en su rostro. “Si quieres saber quién soy en realidad… ven conmigo.”Ruby frunció el ceño. “¿Ir… a dónde?”“A un lugar donde no pueda ocultarte nada.” Erick se levantó y tomó con firmeza la mano de Ruby. “Te mostraré quién soy.”El trayecto transcurrió en silencio. Ruby iba sentada en el asiento del copiloto, el corazón desbocado. El coche de Erick avanzaba con estabilidad, atravesando las calles cada vez más concurridas de la ciudad. Ruby lo miró varias veces de reojo—su semblante era tan sereno, como si la estuviera conduciendo a un mundo completamente distinto.“Erick…” murmuró al fin Ruby, con voz baja. “¿Debería tener miedo?”Erick giró la cabeza apenas un instante, con una leve sonrisa. “No. Solo debes confiar
“¿Ruby, estás bien?”La voz profunda y suave sonó tan cercana. Ruby abrió los ojos lentamente. Su visión era borrosa, pero poco a poco se enfocó en la figura de Erick, sentado al lado de la cama.Ruby permaneció en silencio. Su memoria aún era un caos: la música fuerte, el rostro de Edward acercándose con una sonrisa pérfida, y luego la patada de aquel hombre misterioso. Su pecho se sentía oprimido.Erick le tocó la frente con cuidado, pasando una toalla húmeda. “Tienes fiebre. Esa bebida claramente estaba adulterada. Te traje a casa justo a tiempo.”Ruby sujetó la muñeca de Erick, aunque con debilidad. “¿Lo… sabías?”Erick asintió, sus ojos serios. “Sabía que saliste a escondidas. Te seguí de lejos. Y llegué justo cuando… estabas a punto de salir herida.”Las lágrimas de Ruby brotaron de inmediato. “Soy… una tonta, Erick. Confié demasiado fácil. Edward dijo que sabía quién había matado a mi madre… no pude negarme.”Erick la miró fijamente, su voz firme pero llena de ternura. “Tu erro
“¿Quién… eres… en realidad?” La voz de Ruby sonaba débil, casi entrecortada, mientras miraba la silueta del hombre de traje negro que acababa de patear a Edward hasta hacerlo caer al suelo.Edward se incorporó con el rostro lleno de rabia. La mandíbula se le tensó, los ojos rojizos clavados en el hombre. “¡Cómo te atreves a meterte en mis asuntos!”El hombre se mantuvo erguido, de postura firme, la mirada afilada y penetrante. “Simplemente no soporto ver a un sinvergüenza como tú manchar a una mujer indefensa.”Edward soltó una risita sarcástica, aunque aún respiraba con dificultad por la patada. “¡Esta mujer es mía! ¿Quién te crees para entrometerte en los asuntos de Scarlett?”“¿Mía?” El hombre dio un paso adelante, la voz baja pero llena de amenaza. “¿Desde cuándo una mujer es propiedad de alguien? Ruby es humana, no un objeto.”Ruby, todavía tendida en la cama, intentó incorporarse aunque su cuerpo estaba febril y pesado. “No… no peleen….”Edward tomó una botella de vino de la mes
«Sé quién mató a tu madre.» Esa frase apareció en la pantalla del teléfono de Ruby, enviada por Edward Scarlett, aquella misma noche. Ruby se quedó helada, los ojos abiertos de par en par ante el resplandor del móvil. Su respiración se cortó. Durante todo ese tiempo, el misterio de la muerte de su madre había sido la herida más profunda, la que jamás cicatrizó. Con manos temblorosas, escribió una respuesta: > «¿Hablas en serio, Edward? No juegues con algo así.» La contestación llegó de inmediato: > «Ven a verme esta noche en el club Velvet Sky. No traigas a nadie. Te lo contaré todo.» Ruby mordió su labio inferior. Una enorme duda le carcomía el corazón. Sabía bien que Edward estaba lleno de artimañas. Pero si realmente sabía algo sobre su madre… ¿cómo podría ignorarlo? --- —¿Ruby, piensas salir a estas horas? —preguntó Erick sorprendido, al verla cambiar su sencillo vestido por un largo abrigo negro. Ruby bajó la cabeza con rapidez, ocultando su nerviosismo. —Só
«¿¡Qué has dicho!?»La voz atronadora del señor Scarlett, padre de Edward, retumbó en el gran salón principal de la mansión de la familia Scarlett. El cristal de la lámpara de araña vibró levemente, reflejando la dureza de su tono.Edward agachó la cabeza, el sudor frío deslizándose por sus sienes. «Padre, puedo explicarlo—»«¿Explicarlo?» El señor Scarlett golpeó con el puño sobre la mesa de mármol, haciendo temblar las copas de cristal. «¡Hoy debías casarte con Ruby Wilson! ¡Hoy debías sellar la unión con esa familia! ¿Y qué hiciste? ¡Has provocado un escándalo barato con… con esa bastarda!»Todas las miradas se volvieron hacia Emilia, que estaba sentada en un rincón del sofá. Su rostro se había puesto pálido, pero sus labios mostraban todavía una sonrisa tenue. Parecía inmune al desprecio del señor Scarlett.«No culpe a Edward, señor Scarlett», dijo Emilia con voz suave pero cargada de astucia. «Yo lo provoqué, yo… lo quiero demasiado.»¡Plaf! Una bofetada estalló en la mejilla de
«¿Qué has hecho, Ruby?»La voz retumbante de Mr. Wilson, el padre de Ruby, sacudió el gran salón de la mansión de la familia Wilson.Ruby estaba de pie en medio de la sala, todavía con el vestido de novia ahora arrugado y sucio. A su lado, Erick permanecía erguido, el rostro sereno aunque todas las miradas lo atravesaban con odio.Ruby bajó la cabeza, aferrando la carpeta del matrimonio que aún sostenía en sus manos. «Yo… yo me casé, padre. Con Erick.»«¿Casarte?» La señora Wilson, madrastra de Ruby, soltó un grito. «¿Casarte con quién? ¿Con un desconocido del que ni siquiera sabemos su origen? ¡Has avergonzado a esta familia, Ruby!»Emilia, sentada con elegancia en el sofá, intervino con voz fingidamente compasiva. «Papá, mamá, ya se los dije… La hermana Ruby no puede pensar con claridad. Se dejó llevar por la emoción y por eso huyó y cometió esta locura.»Ruby alzó la vista, mirando a Emilia con furia. «¡Cállate, Emilia! ¡Tú provocaste todo esto! ¡Si no fuera por tu traición yo no h
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