La novia sustituta es multimillonaria

La novia sustituta es multimillonaria ES

Romance
Última actualización: 2025-09-29
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Resumen
Índice

En el día que se suponía sería el momento más hermoso de su vida, Ruby Wilson presenció cómo su sueño de boda se hacía añicos. Encontró a su futuro esposo, Edward Scarlett, besándose con Emilia, su propia hermanastra. Esa traición convirtió a Ruby en objeto de burla. Edward la acusó de no poder vivir sin él, mientras que Emilia, con crueldad, la llamó estéril e indigna de ser amada. Sin embargo, Ruby eligió luchar. Abandonó el altar, corrió sin rumbo, hasta chocar con un hombre desconocido. En medio de la desesperación, Ruby tomó una decisión loca: pedirle a ese hombre que se casara con ella ese mismo día, a cambio de cincuenta millones al mes por fingir ser su esposo.

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Capítulo 1

Capítulo 1

«No puedo creer esto…» susurró Ruby con la voz entrecortada, sus manos temblando mientras apretaban el pomo de la puerta.

El estruendo de la música de la fiesta se escuchaba débil desde el salón principal, pero detrás de la puerta de la sala de espera, los jadeos y susurros cargados de pasión le atravesaban los oídos.

Ruby contuvo la respiración. Con cuidado empujó la puerta, una rendija se abrió y allí lo vio: Edward Scarlett, el hombre que en pocos minutos debía pronunciar votos sagrados con ella, besando a Emilia, su propia hermanastra.

«Edward…» La voz de Ruby se rompió, apenas audible, pero suficiente para que ambos se sobresaltaran.

Edward se apartó de inmediato, su rostro pálido, mientras Emilia, con las mejillas encendidas, sólo cubría sus labios aún húmedos con el dorso de la mano.

«¿R–Ruby?» balbuceó Edward, tratando de ocultar su nerviosismo. «Esto… no es lo que piensas.»

Ruby entró, su vestido blanco arrastrándose sobre el mármol, los ojos llenos de lágrimas pero brillando de ira. «¿No es lo que pienso? ¡Lo he visto con mis propios ojos! ¡Estás besando a mi hermana, Edward!»

Emilia esbozó una sonrisa delgada y cínica; lejos de mostrar culpa, dijo: «Cálmate, hermana. No armes un escándalo en tu gran día. Si los invitados se enteran, ¿qué dirán?»

La bofetada resonó en la mejilla de Emilia, dura y sin titubeos. «¡Traidora!» gritó Ruby, su pecho subiendo y bajando con rabia contenida.

Edward se apresuró a sujetarla. «¡Basta, Ruby! ¡No puedes volverte loca así!»

Ruby le miró con lágrimas corriendo por su rostro. «¿Yo estoy loca? ¿Yo soy la pecadora por creer en ti, Edward? ¡Cuando eres tú quien me traiciona justo en nuestro día de boda!»

Edward suspiró hondo, su rostro volviendo a la calma, como si todo aquello fuera un simple malentendido. «Ruby, escúchame. Sí quiero a Emilia… pero eso no significa que no te ame a ti.»

«¡Basta!» Ruby sacudió la cabeza con fuerza. «¡No vuelvas a engañarme con esas palabras dulces!»

Emilia rió por lo bajo, mirándola con desprecio. «Hermana Ruby… sinceramente deberías agradecer que Edward aún quiera casarse contigo. Todos saben que eres estéril. ¿Qué hombre en su sano juicio querría casarse con una mujer que no puede darle hijos?»

Esas palabras golpearon a Ruby como un martillo. Todo su cuerpo se sintió débil, pero su lengua se negó a guardar silencio.

«Prefiero quedarme sola toda la vida antes que vivir con un traidor y con una hermana que apuñala por la espalda.»

Edward soltó un suspiro frustrado. «Ruby, piensa en la reputación de tu familia. Si cancelas esta boda, todos se reirán de ti. ¿Podrás soportar esa vergüenza?»

Ruby le miró con los ojos empañados. «¿Acaso no estoy sufriendo ya? Ya me han humillado bastante ustedes dos.»

La puerta se abrió y algunos invitados curiosos, alertados por la discusión, se asomaron. Murmullos empezaron a escucharse.

«Es Ruby…»

«¿Qué está pasando?»

«Parece que discute con Edward…»

«Mira, también está Emilia…»

Emilia fingió llorar, agarrando el brazo de Edward. «Hermana Ruby malinterpretó todo… yo… yo no quería…»

Edward asintió con dramatismo, como si fuera la víctima. «Dios mío, Ruby, ¿por qué tienes que hacer un escándalo en el día más feliz de tu vida?»

Ruby se quedó inmóvil. El mundo parecía girar. Los invitados la miraban raro; algunos susurraban con sonrisas cínicas.

«Tiene razón Emilia… Ruby está demasiado obsesionada con Edward.»

«Sí, ¿cómo podría dejarlo? Todos saben que Edward es el hombre ideal.»

«Si de verdad es estéril, pobre Edward…»

Cada murmullo atravesaba el corazón de Ruby.

Ella se irguió, mirando a Edward con la última pizca de orgullo que le quedaba. «No me casaré contigo, Edward Scarlett. Nunca seré la esposa de un traidor.»

Silencio. Todos quedaron sorprendidos; incluso Emilia abrió los ojos incrédula.

«¿Estás loca?» gritó Emilia. «¡Si cancelas esta boda sólo te humillarás! ¡Serás la burla de todos para siempre!»

Edward añadió con tono frío: «Y ningún otro hombre te aceptará, Ruby. Ninguno. Piénsalo bien.»

Ruby los miró. El dolor era insoportable, pero dentro de ella ardía un fuego nuevo.

«En ese caso,» dijo Ruby en un hilo de voz pero clara, «es mejor que me vaya ahora.»

Sin esperar respuesta, agarró su vestido y corrió entre los invitados aún atónitos. El destello de las cámaras de los móviles la cegaba, los murmullos se multiplicaban, pero a Ruby no le importaba.

Las lágrimas corrían, pero sus pasos eran firmes. Corrió fuera del salón, cruzó el jardín, hasta llegar a la calle.

En la esquina, al intentar cruzar, chocó con alguien—con fuerza.

«¡Ay!» Ruby cayó al suelo, su vestido blanco manchado de polvo. Un hombre alto, de rostro firme, la miró sorprendido; sus ojos eran intensos pero llenos de desconcierto.

«¿Está bien?» preguntó él con voz grave, algo ronca.

Ruby lo miró con los ojos aún llenos de lágrimas. Sin darse cuenta, unas palabras temerarias salieron de su boca. «Cásese conmigo.»

El hombre se quedó inmóvil, claramente sorprendido. «¿Qué… qué ha dicho?»

Ruby le aferró el brazo, su voz temblando pero firme. «Cásese conmigo ahora mismo. Le pagaré cincuenta millones al mes. No me importa quién es usted, mientras acepte ser mi esposo hoy mismo.»

El viento de la noche sopló, trayendo un silencio extraño entre ellos. Los ojos del hombre se entrecerraron, sopesando en serio las palabras de Ruby.

Luego esbozó una leve sonrisa. «¿Está segura de lo que acaba de decir, señorita?»

Ruby le sostuvo la mirada con el último resto de valentía que tenía. «Sí. Estoy muy segura.»

El hombre extendió la mano, mirándola con una expresión indescifrable.

«En ese caso… ¿está dispuesta a afrontar todas las consecuencias?»

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