“¡Respóndeme, Erick!”
La voz de Ruby temblaba, a punto de quebrarse. Su mano aún sostenía el teléfono con aquel mensaje anónimo, sus ojos llenos de duda.
Erick no contestó de inmediato. La miró profundamente y luego soltó un largo suspiro. Poco a poco, una sonrisa apareció en su rostro. “Si quieres saber quién soy en realidad… ven conmigo.”
Ruby frunció el ceño. “¿Ir… a dónde?”
“A un lugar donde no pueda ocultarte nada.” Erick se levantó y tomó con firmeza la mano de Ruby. “Te mostraré quién soy.”
El trayecto transcurrió en silencio. Ruby iba sentada en el asiento del copiloto, el corazón desbocado. El coche de Erick avanzaba con estabilidad, atravesando las calles cada vez más concurridas de la ciudad. Ruby lo miró varias veces de reojo—su semblante era tan sereno, como si la estuviera conduciendo a un mundo completamente distinto.
“Erick…” murmuró al fin Ruby, con voz baja. “¿Debería tener miedo?”
Erick giró la cabeza apenas un instante, con una leve sonrisa. “No. Solo debes confiar