«—¡Ruby Wilson, al fin has llegado!»
Edward se recostó en el sofá VIP del club nocturno, con una copa en la mano. La música retumbaba fuerte, las luces de neón parpadeaban, añadiendo un aura inquietante a su alrededor.
Ruby entró vacilante, con un vestido sencillo que ceñía su figura. Miraba con recelo, las manos apretadas en puños. «No te andes con rodeos, Edward. Dijiste que me dirías lo de mi madre. Esa es la única razón por la que he venido.»
Edward sonrió ladeado y dio una palmada en el asiento a su lado. «Siéntate primero. No te pongas tan tensa. Hablamos del pasado… algo dulce y amargo a la vez. ¿No es mejor con una copa?»
Ruby lo miró con desconfianza. «No he venido a beber. He venido por respuestas.»
Edward se inclinó hacia delante, su voz quedó más baja y resbaladiza. «Y esas respuestas no son gratis, Ruby. Al menos, disfruta de esta noche conmigo. Sólo una copa.» Empujó la copa hacia ella; el líquido rosado brillaba bajo la luz.
Ruby negó con la cabeza rápidamente. «No. No