Capítulo 6

“¿Quién… eres… en realidad?” La voz de Ruby sonaba débil, casi entrecortada, mientras miraba la silueta del hombre de traje negro que acababa de patear a Edward hasta hacerlo caer al suelo.

Edward se incorporó con el rostro lleno de rabia. La mandíbula se le tensó, los ojos rojizos clavados en el hombre. “¡Cómo te atreves a meterte en mis asuntos!”

El hombre se mantuvo erguido, de postura firme, la mirada afilada y penetrante. “Simplemente no soporto ver a un sinvergüenza como tú manchar a una mujer indefensa.”

Edward soltó una risita sarcástica, aunque aún respiraba con dificultad por la patada. “¡Esta mujer es mía! ¿Quién te crees para entrometerte en los asuntos de Scarlett?”

“¿Mía?” El hombre dio un paso adelante, la voz baja pero llena de amenaza. “¿Desde cuándo una mujer es propiedad de alguien? Ruby es humana, no un objeto.”

Ruby, todavía tendida en la cama, intentó incorporarse aunque su cuerpo estaba febril y pesado. “No… no peleen….”

Edward tomó una botella de vino de la mesa y la balanceó hacia el hombre misterioso. Pero con un reflejo rápido, el hombre atrapó la mano de Edward, la torció hasta que la botella se le escapó y se hizo añicos en el suelo.

“¡Aaarrghh! ¡Suelta, canalla!” gritó Edward, con el sudor frío empapando sus sienes.

El hombre susurró, helado, al oído de Edward. “Si vuelves a tocar a Ruby, me aseguraré de que ya no puedas usar esta mano.”

Edward tragó saliva, pero su orgullo le impedía rendirse. Empujó al hombre con brusquedad y retrocedió un paso. “¿Crees que tengo miedo? ¡Soy Edward Scarlett! ¡Puedo destruirte con una sola orden!”

El hombre no mostró temor. “Inténtalo.”

Un silencio tenso llenó la habitación del hotel. Solo se oía el tic tac del reloj de pared y la respiración entrecortada de Ruby.

Ruby se esforzó por ponerse de pie, aunque seguía débil. “Basta… no hagan esto…”

El hombre de traje se dio la vuelta de inmediato, se acercó y tomó el hombro de Ruby con delicadeza. “Tranquila, estás a salvo ahora. Te llevaré lejos de aquí.”

Ruby le miró con los ojos nublados, la vista borrosa. “¿Por qué… me… ayudas?”

Antes de que el hombre respondiera, Edward soltó una risita, una risa escalofriante. “Ruby… ni siquiera sabes quién es él, ¿verdad? Jajaja… ¿crees que este hombre es tu héroe? ¿Y si te digo que él también tiene sus propios intereses contigo?”

Ruby se quedó en silencio, el corazón latiéndole con ansiedad. “¿Qué… quieres decir?”

El hombre de traje giró la cabeza, clavando una mirada aguda en Edward. “Cállate, Scarlett.”

Edward mostró una mueca, aunque el dolor se dibujaba en su rostro. “Puedes haberme pateado y proteger a Ruby esta noche. Pero tarde o temprano, Ruby sabrá quién eres en realidad. Y cuando eso pase… ella será la que se rompa.”

Ruby estaba cada vez más confundida. “¡Basta! ¡No entiendo de qué hablan!”

El hombre misterioso tomó a Ruby y la ayudó a ponerse en pie. “No necesitas escuchar sus tonterías. Te llevaré a casa.”

Ruby se apoyó en el brazo del hombre, el cuerpo temblando. “Yo… quiero ir a casa…”

Pero Edward dio un paso adelante, tambaleándose un poco. “¡Ruby! ¡No confíes en él! ¡No es nadie… Erick no es nadie! Solo yo puedo cuidarte, solo yo.”

Ruby miró a Edward con los ojos llorosos y susurró con voz queda. “Si de verdad puedes cuidarme, no me traicionarías por Emilia.”

Esas palabras golpearon a Edward más fuerte que cualquier puñetazo. La mandíbula se le apretó, y en sus ojos se mezclaron rabia y pérdida.

El hombre misterioso condujo a Ruby hacia la puerta con suavidad. “Vamos, tenemos que irnos antes de que vengan más gente de Scarlett.”

Ruby dudó aún, mirando alternativamente a Edward y al hombre de traje. “¿Quién eres? ¿Por qué siento… que te he visto antes?”

El hombre guardó silencio por un momento. Sus ojos se posaron en Ruby con una expresión difícil de leer, mezcla de frialdad y dolor. “No es momento para eso. Lo que necesitas saber ahora… es que estoy de tu lado.”

Edward gritó desde atrás, su voz cargada de amenaza. “¡Te arrepentirás por llevártela! Ruby, escúchame—¡no le creas! ¡Es peligroso!”

Ruby se detuvo en el umbral, todavía sostenida por el hombre misterioso. Su respiración iba y venía, el corazón revuelto. Miró una vez más a Edward y luego al hombre de traje.

Con la voz temblorosa, Ruby preguntó: “Entonces… ¿en quién debo creer realmente?”

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