—Iré enseguida —respondió Lorenzo, serio, como si hubiera regresado a ser el mafioso con porte de acero y no el hombre vulnerable que había mostrado hace un momento.
El hombre asintió y se marchó.
Cuando Lorenzo se volvió hacia Aurora, su mirada se suavizó.
—¿Debo preocuparme? —preguntó ella.
—No, no es nada malo —negó—. Trata de descansar.
—De acuerdo —murmuró no del todo convencida
Abandonó la oficina y avanzó por el silencioso corredor, sintiendo el aire denso. La amenaza acechando le provocaba la sensación de estar siendo observada, como si en cualquier momento alguien fuera a salir de las sombras para atacarla.
Dejó esos pensamientos de lado y, antes de continuar el camino hacia su habitación, decidió pasar por el cuarto de los niños. Abrió con cautela, se inclinó ligeramente y observó a Elisabetta y Matteo.
Dormían profundamente, acurrucados bajo sus mantas, como si nada en el mundo pudiera perturbar su inocente descanso. Aurora sonrió suavemente, un gesto que le alivi