Mundo de ficçãoIniciar sessãoLaila no se movió. No podía.
—Marcus… —susurró, pero su nombre sonó distinto, como si lo dijera por primera vez.
—No hagas eso —dijo él, la voz grave, temblando—. No digas mi nombre así.
—¿Así cómo?
—Como si fuera algo que te duele.
Ella lo miró, y por un instante creyó ver el reflejo exacto de lo que sentía en los ojos de él. La distancia entre sus cuerpos se redujo, imperceptible al principio, inevitable después. Marcus se inclinó, despacio, con la duda escrita en el rostro, y Laila lo dejó hacer. El beso no fue urgente. Fue contenido, temeroso, cargado de toda la e







